En una de estas salidas que le caracterizaban, Alfonso Guerra
justificaba, allá por los primeros noventa, la pérdida de votos de su partido como
una muestra de su éxito. Más o menos, que lo habían hecho tan bien que hasta
los pobres, ya con su casa y su coche, se sentían ricos y que, como si fueran
perros de Pavlov, el sonido de ‘su’ timbre o de ‘su’ claxon les estimulaba no
sé qué glándulas que les hacía salivar hacia la derecha. Vamos, que según el
insigne ‘descamisao’ nadie propugna un modelo económico redistributivo salvo
que se beneficie de dicha redistribución. Una segunda lectura, aún más
perversa, nos llevaría a pensar que una organización de izquierdas se encuentra
en mejor disposición de ganar unas elecciones cuanto peor le vaya a la sociedad
en su conjunto.