jueves, 11 de abril de 2013

ELEGÍA PARA MUCHO ANTES

De unos días a esta parte, las portadas de los periódicos han estado adelantando el trabajo de las páginas necrológicas. No es que en otros momentos la gente muera menos, al fin y al cabo, para nuestro mal, como cantara Serrat, la parca nunca deja de buscar, simplemente, esta semana la guadaña ha segado con mayor profusión en el selecto campo de las personas cuya labor tenía, o había tenido, un enorme impacto social.
Tras la muerte, llega el tiempo de las buenas palabras. La memoria es selectiva, y es tan imponente el abismo del después al que todos estaremos sometidos, que lo malo que queda por decir se ha difuminado en las penumbras del pasado o se nos encoge en el estómago sin fuerza para salir. Elogios que son humo y, como tal,  parece que suben al encuentro de algo pero enseguida se desvanecen. Las alabanzas pronunciadas ante un ataúd nacen tan muertas como los inquilinos de la caja de madera, porque estos no pueden escucharlas.