martes, 12 de abril de 2022

EL NIETO DEL GATO ESCALDADO


A simple vista, la frase ‘agua pasada no mueve molinos’ suena a verdad como un templo: parece obvio que el molino lo moverá la corriente que viene, no el agua que ya se fue. Alargando la mirada, la verdad no lo es tanto, desde que aprendimos el ciclo hidrológico –siquiera cantando con ‘Los Toreros Muertos’ aquello de ‘Mi agüita amarilla’- sabemos que la masa total de agua se mantiene, que la misma da vueltas, va y viene, una y otra vez, que el pasado es capaz de parir  futuro por más que de inicio, cuando ese mismo pasado estaba aún reciente, este futuro parecía impensable. No, no será exactamente igual: la misma agua que veo discurrir bajo el Puente Mayor es más turbia que la vez anterior: arrastrando idéntico líquido, parece menos, aunque pueda ahogar de la misma forma.

Ocurre al menos de dos maneras. La primera, por la memoria. Sucede si en vez de por los sueños de los más jóvenes, estos reaccionan ante el recuerdo de unos abuelos humillados. Y no siempre, se presenta de una forma similar. El heredero de la víctima puede rebrotar exigiendo una justicia dilatada en el tiempo o puede comer el plato de una venganza ya enfriada. El del verdugo puede envalentonarse si percibe que se pierden los efectos de aquella victoria.   

La segunda, por el olvido. La memoria mantiene encendidas las alertas tan solo un par de generaciones, después, ya sabemos, nadie escarmienta en cabeza ajena, el nieto del gato escaldado vuelve a meter las patas en el agua hirviendo.

Quizá si el ciclo de esta agua sucediera tan solo en España, me preocuparía menos. De fuera vienen noticias peores. Al final, el meteorito seremos los propios humanos.


Publicado en "El Norte de Castilla" el 11-04-2022