Cuentan que un chavalín que apenas levantaba dos palmos se
encontró entre sus deberes una pregunta cuya respuesta no tenía nada clara.
Tras pensárselo y no dar con una respuesta que le convenciese decidió pedir
ayuda a su hermano mayor.
- Oye, Luismi, ¿me puedes
echar una mano con los deberes? Es que hay una pregunta que no sé responder.
El hermano mayor, un
adolescente petulante, valga la redundancia, quiso dejar claro que aún existía
una diferencia de nivel, que él bien habría de saber lo que el pequeño
desconocía.
-
Claro, dime.
-
¿Qué está
más lejos, la Luna o Cuenca?
-
Cuenca, claro.
El renacuajo no debió de quedar muy convencido.
-
¿Seguro?
-
Claro, ya te digo, ¿tú ves Cuenca desde aquí?