martes, 5 de diciembre de 2017

LA CAJA DE HERRAMIENTAS

La deriva en que está entrando el Real Valladolid  desnuda a su entrenador



Foto El Norte de Castilla
Los grandes inventos de la humanidad se pudieron desarrollar cuando se concatenaron piedra, boceto y cincel, esto es: el vacío o la constatación de un ‘no’, la rebeldía de un genio amparada en un plan y la suma de recursos para ajustar las aristas de dicha idea. Así, el avión se lo debemos a la certeza de que no podemos volar, a la suma de intelectos que buscaron como vencer ese límite y a un montón de técnicos que fueron afinando las ideas propuestas. Quienes somos más limitaditos, y ni de lejos nos alcanza para llegar a genios, tenemos que apañarnos con una bolsa de ideas de segunda mano y una caja de herramientas. Genios aparte, el factor sustantivo que define el potencial para desplegar un mejor o un peor desempeño laboral dimana del número de herramientas que haya en la caja y de la destreza en el manejo de estas.
El mundo de los entrenadores del fútbol profesional no es diferente. Salvo algunos genios, la gran mayoría –todos, si nos referimos a la Segunda División– sobreviven realizando un collage con retazos de diversas procedencias. Por eso, aun habiéndolos mejores y peores, no suelo utilizar las palabras ‘bueno’ y ‘malo’ para catalogar a un entrenador. Del Bosque no era una eminencia cuando la selección ganó el Mundial y, cuatro años después, un zote que había olvidado el oficio. No. Si podemos dividir a los entrenadores en dos categorias estas serían las de ‘adecuados’ y ‘no adecuados’ en función de las mil circunstancias que atañen a un equipo y al club que lo envuelve.