sábado, 22 de febrero de 2014

CALMA NADA BUENA

Uno va a su puesto de trabajo, pongo por caso, como el día anterior, el anterior y el anterior. De haber notado ciertos movimientos inhabituales hubiera sentido esa dichosa mosca tras la oreja y habría llegado fácilmente a la conclusión de que algo (casi nunca bueno) se estaba cociendo a sus espaldas. Sin embargo, cuando esa misma oficina lleva varios días demasiado tranquila, cuando parece que los papeles pesan y los movimientos se repiten, cuando cada día se parece excesivamente al anterior, el mismo trabajador empieza a notar que el aire se solidifica y es consciente de que por algún lado algo va a estallar. Que tras la tormenta llega la calma es algo sabido, pero esta relación se produce también, con mucha frecuencia, en sentido inverso. La calma, el exceso de esta, suele ser el preámbulo de una partida de rayos y truenos que llegan así, como de repente. Lo sorprendente es que no nos suele pillar desprevenidos porque un sexto sentido nos mantiene alerta, nos prepara para lo peor.