lunes, 26 de enero de 2009

LA PESCADILLA QUE SE MUERDE LA COLA

Tras leer la información previa, no supe si nos convocaban para disfrutar de un partido de fútbol o para observar a dos grupos de humanos citados en la antesala de un gabinete de psicología.
Si se trataba de dos equipos sumergidos en una depresión abisal que se encontraban en el mismo espacio físico, la terapia de choque no ha servido ni a los unos ni a los otros. Así pues continuarán, durante algún tiempo más, sumidos en las dudas existenciales que asolan sus respectivas mentes. El Espanyol preocupado por lo poco que ofrece, el Valladolid preguntandose qué más tiene que hacer. Se quejaba Mendilibar en este diario de la ausencia de carácter en su equipo. Curioso término éste. Todos, en el ámbito futbolístico, creemos entender su significado pero es distinto según cada quién: para unos es sinónimo de personalidad, para otros es una forma fina de decir ‘güevos’ o ‘mala leche’. Según mi versión, carácter es la capacidad para extraer lo mejor de cada uno en las circunstancias más adversas, la capacidad para tomar -y ejecutar- las decisiones correctas en los contextos menos propicios sin amilanarse ni sobreactuar. Conocemos futbolistas que, a las buenas, son buenísimos pero que cuando vienen mal dadas, desaparecen. El carácter, así entendido, es una característica innata que se educa pero ni se enseña, ni se entrena. Esta educación se realiza en los primeros años de la vida, de forma que un jugador de fútbol, cuando llega a la élite, ya lo ha definido. Como reza el refranero: «cuando se tiene pelo abajo, se aprende poco y con mucho trabajo».