Hace 83 años un runrún de libertad atizaba
el aire de la primavera, una mueca cómplice de alegría se dibujaba en la mirada
de mujeres y hombres que oteaban futuro tras un pasado de penurias, de sombras,
de tiranías, de caciques y curas trabucaires. A la vez, pero no entre ellos,
las gentes de orden, los apellidos de siempre, sentían en sus cogotes el miedo
a perder los privilegios propios que no son otra cosa que derechos ajenos
usurpados.
Quiero recordar, pero no para rememorar a
secas, sino como ejercicio de vinculación con los valores republicanos. Los mismos que ayer
cuajaron y que más temprano que tarde han de volver como hecho porque nuestros
corazones los ansían y nuestras manos siguen disponibles.