sábado, 18 de agosto de 2018

CARÁCTER ÁSPERO EN UN TERRENO DESCONOCIDO

Foto El Norte
No es cuestión citar el nombre del pueblo, no vaya a ser que, en un exceso de susceptibilidad, alguien se me haga el ofendido, pero en aquel entorno comarcal, los paisanos de Isabel la Católica tienen, o al menos así era antes, cierta fama de ásperos. No es que de normal fuesen desabridos en el trato, que no es el caso, sino que su espoleta activaba la carga explosiva con suma facilidad. Vamos, que cualquier pretexto les parecía buena razón para desatar una tormenta. No sé cuánto hay de cardar la lana y cuánto de llevar la fama, desconozco si esa teoría del muelle flojo responde a una realidad o no es más que una leyenda urbana; pero lo cierto es que la primera (y si la memoria no me falla, última) vez que fui a las fiestas de la villa donde dejó de respirar Fray Luis de León casi me tocó salir por piernas. Este menda, copa bien agarrada con la mano izquierda, antebrazo derecho apostado en la barra del bar, charlaba con una amigo. De repente, sentí el contacto de alguien que culeaba pretendiendo hacerse un hueco a mi espalda. Cuando ha conseguido su primer objetivo, ese alguien coloca su brazo por debajo del mío. Me sorprendió pero lo dejo estar, oye, cosas de las aglomeraciones de barra. Hasta que el tipo me dio un leve codazo como para marcar territorio. Me giré, tenía ante mí un rostro desafiante que, antes de que yo pudiera abrir la boca, dejó claro, a mí y al resto de la concurrencia, que no tenía intención de bailar conmigo.