Los acuerdos se firman
debajo de un texto, se suscriben a la sombra de un contexto. ¿Qué ha variado
para que la misma entente imposible poco antes se haya cerrado en horas? No es
el texto, por mayo podría haber sido perfectamente el mismo, ya que, más allá
de algún vector indicativo, lo convenido no es más que un cúmulo de esas
grandes palabras que, vaciadas por un manoseo fraudulento, suelen ser preámbulo
de grandes decepciones.
El mapa contextual,
aparentemente igual, salvo por la aparición en Ciudadanos de una tubería que
desagua en VOX y el PP, es radicalmente distinto. Ahí se sitúa el triunfo del
PSOE: donde todos veían a potenciales aliados -Ciudadanos y UP-, Sánchez
constató una indeseada rivalidad. Las nuevas elecciones le han salido bien. Sí,
él muestra un rasguño, pero su competencia lateral ha salido trasquilada: asesinado
el primero; herido con potencial gravedad el segundo. A la derecha la ha dejado
rota en dos mitades que, por más que acuerden en los territorios, se miran cada
vez con más desconfianza. Entre sus jefes y, sobre todo, entre sus bases. No
hay peor cuña que la de la misma madera.