En este carnaval de
sombras nadie es lo que dice ser, en este baile de máscaras no tienen siquiera
la potestad de elegir la que más les gustaría. Abren, sin más, el armario de la
ética intercambiable, toman el disfraz pertinente y se visten con las palabras
que más les convienen. Ahora Gallardón hace un mutis por el foro tras haberse
probado infructuosamente la retahíla de ropillas con las que viste un
aspirante. Los suyos nunca le quisieron, ni antaño le sirvió el disfraz de
palmero, ni hogaño el de Torquemada. El guión no tiene más texto para este
personaje; el actor, que aspiraba a protagonista, firma el finiquito de su puño
y letra.