Es sólo un libro pero este hojaldre de
páginas es a la vez una clase vigorosa de periodismo impartida por Teresa
Aranguren. De principio avisa, sin tapujos, “El testigo del drama está en el
drama...no creo que pretender ser distante y aséptico sea condición de
objetividad y verdad”. Escribir es mirar el mundo desde un particular
caleidoscopio, componer desde la mirada propia, una de tantas. La pretensión de
objetividad es un ejercicio de cinismo retórico que esconde la individualidad
del ángulo de visión de quién escribe. Teresa, al contrario, marca su
territorio, sale a la calle casi a cuerpo, pertrechada sólo con el poder de la
palabra. De la palabra escrita, de la que no se lleva el aire, de la que
demanda permanecer; palabras revestidas con tanto orgullo como las personas, no
personajes, que habitan en las páginas del libro.