Hemos escuchado muchas veces eso de
que la realidad supera a la ficción; pero de tanto en tanto, ambas coinciden en
el mismo escenario y la cosa concluye con un empate tan cerrado que en ese
enfrentamiento costaría distinguir la una de la otra. En la ficción, unos
titiriteros –con mejor o peor fortuna-
pretenden mostrar cómo se criminaliza la disidencia; en la realidad, se
representa la misma obra y, en este caso, son los titiriteros disidentes los
criminalizados. En la ficción, unos títeres de cachiporra; en la realidad,
cachiporra a los titiriteros: cachiporra, sí. No es que Raúl García y Alfonso Lázaro
hayan pasado un par de noches en la cárcel, es que se les ha atizado de lo
lindo. ¿La excusa? La de siempre, la pieza favorita de cualquier poder que se
precie: relacionar todo lo que se menea con el terrorismo. Si sirve de
información, añado que a principios de los noventa también me tocó beber un
poco de ese licor.