viernes, 11 de octubre de 2019

LA PAZ DE LOS CEMENTERIOS


Al igual que los viejos revolucionarios de cartón piedra, tras comprender que sus certezas se postergaban, que el proceso deseado iba para largo, asumieron que su sino era esperar, los mesetarios vivimos aguardando la fecha señalada.
Al contrario, mientras aquellos bon vivant de la izquierda caviar esperaban -alguno todavía anda en ello- un fin de los días en forma de revolución que habría de traer a la humanidad justicia, paz, felicidad y prosperidad eterna; nosotros sobrevivimos pasando las horas sentados en la solana haciendo tiempo para que la solución biológica determine cuál habrá de ser el último de los días en que nuestras tierras serán habitadas. Este porvenir, el nuestro, digo, también vendría cargado de paz, la de los cementerios.
Ellos, gauche divine, entre brindis y brindis, concluían que las contradicciones inherentes al sistema inexorablemente arrumbarían el capitalismo en cualquier rincón perdido de la historia; nosotros, entre chato y chato, corto y corto, ahogamos las penas lamentándonos por el inexorable destino de ser la (pen)última generación de pobladores del Valle del Duero y adyacentes.