jueves, 21 de octubre de 2021

TRES COSAS

Tuvo, y cincuenta y cinco años después continúa teniendo, tal repercusión la canción de Los Stop que cualquier vecino al que preguntemos que se necesita para alcanzar la felicidad tarareará aquello de 'tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor'. No es mal resumen, con un cuerpo que responda, medios económicos para proveernos de lo necesario y un pequeño número de personas que nos quiera y a las que queramos, poco podemos echar en falta. Lo malo es que siempre parece escasear alguna, que rara vez confluyen las tres en demasía. Y aún así, nada garantiza la felicidad. Teniendo de todo, nos aparece una especie de miedo, de desasosiego, un remusguillo, un barrunto que nos encamina a esa calma tensa previa a que se desate la segura tormenta.

Al Pucela le faltaba el dinero del gol. Con la salud y el amor tenía suficiente para que el partido, salvo algún escarceo, fuera unidireccional, pero sin anotar no se cierra el cuento comiendo perdices. Pudo ser en un buen puñado de ocasiones. Faltó la pólvora que parecía sobrar el fin de semana pasado. Una y otra y otra hasta que, a punto de desesperar, el gol llegó. Vuelto el balón a rodar, todo, por la suma de sensaciones del tiempo jugado, todo parecía hecho. Era cuestión de esperar el final, y colorín colorado. Poco se tardó en darse cuenta de que esto es fútbol, de que en un instante todo puede cambiar, y vaya si cambió. El juego fluido y liviano que había establecido el dominio pucelano, se esfumo. En su lugar saltó al campo un fútbol recio, entrecortado, disperso, irregular. Unas maneras en las que se recorta la diferencia de calidad. El que supo imponer el Ibiza ante la incapacidad local, una vez se hubo adelantado, de gestionar lo que exigía el momento: si se puede, matar el partido; si no, dormirlo. Así las cosas, con los potenciales igualados, tanto podía llegar la sentencia que en el haber del Pucela aunara estas tres cosas y para rematar 'le de gracias a Dios', como que los blanquivioletas terminaran tirando la platita. Ysuele ocurrir más lo segundo que lo primero. En estas, la ilusión de un aspirante, aún vivo cuando poco antes no daba un duro por él mismo, le concede la licencia de sacar las uñas y amenazar. El miedo del que tiene todo al ' seguro que algo va a fallar' hace el resto. Y con dos cosas somos menos felices.

Publicado en "El Norte de Castilla" el 21-10-2021

NI BRONCA NI CONCURSO DE PALMAS

Me salió de sopetón en una de las primeras reuniones a las que asistí de la Asamblea de Cooperación por la Paz, una ONGD en la que participo, tras una votación resuelta por unanimidad: “si estamos todos de acuerdo, en algo nos estamos confundiendo”. Entonces era poco más que un niño; y el ‘poco más’, por el tamaño, porque ya podía votar o por algún escarceo carnal que se daba. También por las inquietudes que me movían. Miguel Ángel, primus inter pares, mayor que yo aunque no tanto, serio, adusto por momentos, de quien esperaba una mirada recriminatoria tipo “déjate de chiquilladas, ¿cómo va a estar mal algo que a todo el mundo le parece bien?”, me sonríe como asintiendo. Yo, ya digo, poco más que un niño, henchido. Después, en cada ocasión que se producía la unanimidad, era él el que recordaba la coletilla.