jueves, 28 de junio de 2018

LA EFÍMERA ILUSIÓN DEL VERANO

Imagen tomada de fotourbana.com

Mis padres llevan unos días con la sonrisa puesta. Una sonrisa que se habrá borrado allá por el veintitantos de agosto. Será por aquellas fechas cuando mi madre me llame, o la llame yo a ella, y en su voz sentiré de nuevo su pesar, el mismo que el del año pasado, que el del anterior o que el del otro, al poner el pie sobre idénticas páginas del calendario. El sol para entonces habrá frenado su ímpetu, se acostará visiblemente más temprano; el cereal habrá desaparecido de la vista, ya dormirá almacenado, mientras la uva aguardará impaciente el momento de su recolecta. El verde castellano será ya un recuerdo y una esperanza; el amarillo, ese paisaje tórridamente pajizo en el que, hasta visto en foto, resuena el canto de las chicharras, caerá en breve derrotado por el marrón otoñal. La jarana habrá cesado, el telón de las fiestas habrá caído, la ausencia de ruido revelará la presencia de un futuro imperfecto.