lunes, 30 de junio de 2003

COMPLEJO DE MADRASTRA

El eco que escupe el espejo, cuando le abordamos con las legañas aún pegadas a los ojos, nos recuerda que no somos los más guapos, ni los más altos, ni los más listos. Buscamos, pues, ese ideal inaccesible, esa persona que anhelamos aparezca en el cristal cuando lo miramos. Creamos referentes ideales, seres admirados, cuando, en realidad, pretendemos ser parte de ellos, ser ellos mismos. La sublimación de esa admiración nos genera infelicidad: deseamos ser porque no somos.
De ese reflejo multiplicado surge un icono social, una persona que se convierte en referente de multitudes. Analizar el hálito que desprenden nos proporciona un plano de nuestra sociedad. Hoy, en España, al margen de los bufones televisivos, Florentino Pérez, con su aura de triunfador, es esa persona. Poco importa si miente –“never, never, never” fue su respuesta a la pregunta sobre el fichaje de Beckham-, si juega con ventaja obteniendo activos por sus influencias –480 millones de euros obtenidos de una dudosa recalificación en este momento de hipersensibilidad tras el escándalo de la Asamblea de Madrid-,  si incumple la ley –negocia con jugadores cuyo contrato está en vigor a espaldas de sus clubes-. Poco importa, consigue lo que se propone y guarda las apariencias encubriendo sus actos en el verbo gótico de Jorge Valdano. Es el mapa de nuestros valores, la imagen que soñamos refleje nuestro espejo.

sábado, 28 de junio de 2003

¿QUIÉN SALE BENEFICIADO?

Nuestro sistema electoral cojea. Por un lado elegimos en listas cerradas y bloqueadas a los representantes en cualquier institución y, por otro, la representatividad de cada electo es individual e intransferible. Ambos condicionantes unidos hacen un pan como unas hostias. Votamos a un partido del que conocemos la voz, como mucho, de quien encabeza la lista y dejamos en manos de una sarta de advenedizos la responsabilidad de gobernarnos. Si el sistema electoral reconoce la libertad inviolable por mandato imperativo de cada cargo público, que se abran las listas, que podamos conocer a priori quién es y qué opina cada uno de nuestros representantes. Si, por el contrario, hemos de votar a listas de desconocidos, estos se deberían limitar a obedecer las indicaciones de cada partido; sería una democracia sesgada, pero es la que tenemos. Lo intolerable es lo de ahora, individuos que se esconden en el anonimato protector de unas siglas y que asumen para sí el poder otorgado por el voto de quienes no les conocen. Terreno abonado para cualquier corruptor. Caldo de cultivo para asumir el poder negado por las urnas. En cualquier caso, ¿por qué a los emporios inmobiliarios les interesa tanto que el PP gobierne las instituciones? ¿Por qué el precio de los pisos se ha disparatado?

lunes, 23 de junio de 2003

TRABAJADOR DE LA CULTURA

El resoplido con el que sello cada artículo se avino el pasado lunes con el estertor, con la última nota de esa canción que fue la vida de Compay Segundo. Hijo póstumo de la Cuba española, hermano del sueño mil veces enterrado de los barbudos; nos deja en herencia una sublime definición de revolución “el capital más grande de un hombre es poder alegrar a otros hombres”. Una patada con ritmo de son en los huevos de nuestro confortable espíritu mercenario. Cada lágrima derramada ante su infinita quietud es el sudor de las alegrías repartidas al por mayor a lo largo de su siglo de presencia.

Podría haber escrito sobre el asalto a la democracia que es el silencio del gobierno, la negativa a ser siquiera preguntado en el Parlamento acerca de cada uno de sus mil frentes de mentira. O sobre esa historia de espías y venas cortadas a resultas de la manipulación con que se nos abocó a la guerra. O de ese misterio insondable que es comprobar, para los que sufrimos la información basura del dúo Urdaci-Arenas en la TV pública española, como otra cadena, también pública, la BBC inglesa, cuestiona abrigada de independencia el papel de su gobierno.  

Pero no, no me quemaré –ni les quemaré- la sangre; escribo paladeando un roncito, seducido por la música de Compay y como penúltimo homenaje impediré que nada ni nadie perturbe hoy mi felicidad, esa magia difundida por un trabajador de la cultura.

lunes, 16 de junio de 2003

NOSTALGIA CONTRA NOSTALGIA

Andan los días y los mundos podridos de religión. Nada es nuevo. Padecemos esa enfermedad autoinmune que lleva a unos órganos a enfrentarse contra otros dentro del mismo cuerpo que es la humanidad. Me atormenta imaginar la burda sonrisa de quienes hacen negocio trenzando señuelos de supuestos más allás eternamente felices en compañías de dioses, profetas o huríes.
Mueren los que sufren la nostalgia cotidiana de una tierra de promisión soñando edificar sobre fangales de sangre la nueva Jerusalén, y matan. Matan a quienes secularmente habitaron las ásperas tierras del Jordán. Y matan mucho más allá del talión. Mil ojos por ojo, por diente los dientes de familiares y de los que por allí pasaren. Y para todo un pueblo hambre, a falta de pan buenos son obuses.
Es sólo un ejemplo, un síntoma del mal que aquí, lejos de sanar, se infecta. España abandera la pretensión de muescar a la futura constitución europea con otra nostalgia, la  del cristianismo imperial. Olvidan que el sueño de una Europa libre y justa mana de las luces enciclopedistas en que ardieron las supersticiones religiosas. Además, en vez de estudiar eso, en nuestras escuelas impartirán catequesis. Nostalgias de un pasado que nunca fue. Ceguera.

lunes, 9 de junio de 2003

MORIR SOLO, SÓLO MORIR

Arsenia y Amalio pudieron haber muerto allá por el año 25 del siglo pasado, cuando nacer y seguir vivo era arte de funámbulos, pero sobrevivieron. Hasta el otro día. Quizá mucho antes habían dejado de existir y la fuerza que arrastraba sus pies no era sino el reflujo del último estertor. Pero de su muerte física nada supe hasta antes de ayer. Podrían haber muerto en esa guerra traidora en la que jugaban a esquivar obuses o en esos exangües años posteriores de estómago vacío, a todo ello resistieron. Por un miserable chusco llenaron de llagas sus manos y así, año tras año, hasta que la maquinaria les echó de las prosperas fincas del señorito. En la capital, con tantos como ellos, encontraron cobijo bajo una chapa, entre cuatro tablones. Sólo varios años después, incontables horas de trabajo después, compraron una casa digna de tal nombre. En ella criaron a sus cinco hijos, en ella invocaban a esos axiomas de la unidad familiar. Pero a su alrededor las viejas estructuras se derrumbaban antes de construir las nuevas. Dos días atrás aparecieron muertos en su vieja casa, seis días llevaban sin que nadie les hubiese echado de menos; mas su muerte se produjo mucho antes, cuando se despeñó la única institución en que los humildes podían creer: los que tenían cerca. 

lunes, 2 de junio de 2003

PADRES ENTIERRAN A HIJOS

Los anhelos de compartir mesa y mantel con la superpotencia se han convertido en el polvo que ya es aquel avión desvencijado que dejó en su camino la vida de 74 personas. De doce apenas nada sabemos, no eran de aquí; en los noticiarios vende menos el sustantivo “persona” que los adjetivos “español” o “militar”. Cuando, además, ambos se asocian el calamar chorrea el chapapote de la quintaesencia de la patria.
Decía que los sueños de grandeza de las Azores no son sino otra más de esas eternas campañas de imagen que pretenden que veamos lo que no es. Megalómanos discursos que esconden un vacío de capacidad. Declaraciones de guerra mientras los aviones caen por su propio peso. No es cebarse ante la adversidad, es, simple y llanamente, el fracaso de una concepción de la política. Ésa que aparenta un gran pilotaje en las rectas pero que suelta el volante cuando el camino se curva.
Al final se han llenado páginas enteras explicando lo que ocurrió o con generalidades humanitarias como excusa. Pero la gran pregunta que nadie responde es qué necesidad existe de enviar soldados a pacificar si previamente no se crea una guerra.
Ahora queda un amasijo de hierros, las lágrimas de unos hijos, el dolor eterno de unos padres... la ausencia para sus parejas.