lunes, 6 de noviembre de 2023

UN TRIUNFO "PARÁCLITO"

Mentiría si les dijese que las catequesis con don Rufino merecían la pena por cualquiera de los argumentos que impelen a un chaval a entender que el rato dedicado a algo le merece la pena. Ni a un chaval por el tiempo perdido ni al adulto en que se convirtió por el nulo valor de lo aprendido. Tediosas por fondo y forma, inoportunas por el día y la hora, desagradables por el gesto hosco, el tono áspero, la mirada desabrida del sacerdote... Íbamos porque había que ir si queríamos recibir propina. Íbamos porque había que ir si no queríamos recibir propina de la otra: varios azotes a sucesivas manos; que al pescozón, la bofetada o la palmada en el culo se podían apuntar el propio cura, tus padres o cualquier adulto que, por serlo, se sintiera con potestad para ello. Incluso yendo no era seguro evitar algún sopapo. Una de las escasas carcajadas que recuerdo languideció con el sonido de un sopapo de don Rufino en la cara de un mayor. Aquel percibió algún signo de desatención en el rostro risueño de este, de natural poco atento.