lunes, 30 de junio de 2003

COMPLEJO DE MADRASTRA

El eco que escupe el espejo, cuando le abordamos con las legañas aún pegadas a los ojos, nos recuerda que no somos los más guapos, ni los más altos, ni los más listos. Buscamos, pues, ese ideal inaccesible, esa persona que anhelamos aparezca en el cristal cuando lo miramos. Creamos referentes ideales, seres admirados, cuando, en realidad, pretendemos ser parte de ellos, ser ellos mismos. La sublimación de esa admiración nos genera infelicidad: deseamos ser porque no somos.
De ese reflejo multiplicado surge un icono social, una persona que se convierte en referente de multitudes. Analizar el hálito que desprenden nos proporciona un plano de nuestra sociedad. Hoy, en España, al margen de los bufones televisivos, Florentino Pérez, con su aura de triunfador, es esa persona. Poco importa si miente –“never, never, never” fue su respuesta a la pregunta sobre el fichaje de Beckham-, si juega con ventaja obteniendo activos por sus influencias –480 millones de euros obtenidos de una dudosa recalificación en este momento de hipersensibilidad tras el escándalo de la Asamblea de Madrid-,  si incumple la ley –negocia con jugadores cuyo contrato está en vigor a espaldas de sus clubes-. Poco importa, consigue lo que se propone y guarda las apariencias encubriendo sus actos en el verbo gótico de Jorge Valdano. Es el mapa de nuestros valores, la imagen que soñamos refleje nuestro espejo.