Digamos que sucedió cuando ya no lo esperaba, por
eso el gol gritado salió de mi boca con más contundencia, con más
rabia, sonó más alto. Un instante después todos cantaron gol y alguno me
miró con un gesto que me interrogaba: ¿cómo lo sabía? Sonreí mientras
festejaban su gol, coetáneo y de similar ejecución al de Javi Guerra, el
que acababa de marcar Marruecos a Tanzania. Solapamos alegrías aunque
ellos creyeran que celebrábamos lo mismo. Menos mal, me dije, de haber
sido Tanzania quien hubiera atinado con la portería, y teniendo en
cuenta mi aspecto, no hubieran dudado de que yo era un tanzano
infiltrado y dada la pasión con la que se vive el fútbol podría haber
tenido algún problema, al menos alguna mala mirada. Cuando hablo de
pasión no exagero, la gran pantalla en la que se observa el litigio
entre las selecciones africanas está flanqueada por dos grandes
banderas, una del Barça, la otra del Madrid, fotografías de varios
equipos españoles comparten espacio con las del soberano (en todas sus
acepciones) marroquí. La conexión a internet llega del Cinema Rif de
Tánger donde proyectan Larby, una biografía de Ben Barek, futbolista
marroquí que triunfó a mediados del siglo pasado en el Atlético de
Madrid. Todo huele a fútbol y a viejas historias.