jueves, 24 de enero de 2013

MONTAÑAS DE 500 EN SUIZA

Parece que acabamos de descubrir que en Suiza los Alpes se formaron apilando billetes. Como si fuera de ayer, como si también lo fuera la corrupción que ha enriquecido a unos y, al parecer, ha arruinado a tantos. Y quizá esto último sea cierto, pero convendría no confundir el grano con la infección. Convendría analizar si los casos que están aflorando, si las personas apuntadas por las iracundas miradas de los ciudadanos, son parte del síntoma o de la enfermedad. En este punto se hace necesaria una definición precisa. ¿A qué llamamos corrupción? El alcalde de Valladolid aporta una cuando dice que “hay que ser inflexible con el que meta la mano en la caja”. Pobre definición que tiene como propósito alejar el foco del problema fundamental. Meter la mano en la caja es robar, meterla en la caja pública es reprobable y penalmente condenable, pero no pervierte el funcionamiento de la sociedad. El presidente madrileño no define, pero acota el terreno apuntando  lo que, en su juicio, no es corrupción. Dice que no lo es el hecho de que el exconsejero Güemes, quien cuatro años antes patrocinara la privatización de los servicios hospitalarios, sea directivo de la empresa a la que le han adjudicado esa encomienda. No lo es para el señor González porque la ley impone dos años de incompatibilidad. Tampoco vale la negativa, se puede, se ha demostrado, legislar al dictado de los intereses de quienes legislan, de las corporaciones que se benefician.