Los estanques se llenan de color, de todos los colores, cuando los
nenúfares florecen. Esta exhibición de hermosura no va más allá de los cuatro o
cinco días, pues ese es el tiempo que dura su efímera vida. Una especie de tapete verde cubre el agua y
sirve de tenue soporte a tan delicadas flores. Si la vida de la flor es corta;
la del tapete, no. Este permanece enraizado en las tierras del fondo del
estanque.
En el jardín de la casa que adquirió el pintor parisino Claude Monet en
Giverny dejó espacio para un estanque en el que habrían de enseñorearse estas
flores. Monet fue capaz de atrapar esos instantes de belleza y perpetuarlos por
medio del óleo.