miércoles, 30 de octubre de 2019

NINGÚN DÍA ES BUENO PARA MORIR

Foto El Norte
Ningún día es buen día para morir. Se puede alegar que existen personas que prefieren retirarse de la circulación antes de que la biología dicte sentencia y se ponen a ello bien de propia mano, bien reclamando asistencia para cerrar sus días. Pero por suerte, el número de quienes han habitado o aún habitan en el páramo de ambas dramáticas coyunturas es comparativamente muy pequeño respecto al de los que encontramos cualquier excusa para querer despertar mañana. Lo de 'mejor morir de pie que vivir de rodillas' dejémoslo en el terreno metafórico, quienes tal cosa afirman desean, por encima de todo, que no les tengan que arrastrar tumbados.

lunes, 28 de octubre de 2019

DICEN, PERO NO

Foto El Norte
Estoy de acuerdo con Los Panchos, ¿qué quieren que les diga? Al igual que el trío mexicano he escuchado por ahí que la distancia es el olvido, que la memoria -y en el fútbol por antonomasia- es excesivamente corta, que el hoy es como una pedrada que destroza la farola del ayer. Y, a la par que ellos, encuentro demasiados 'peros' en tal aserto, tampoco yo concibo esa razón. Por más que el día a día nos encadene; por más que los manuales de autoayuda insistan en el 'aquí y ahora'; por más que los gurús de la economía y de la publicidad, valga la redundancia, nos emplacen a un futuro siempre por llegar; la memoria habita en el presente, el pasado vuelve y encuentra un espacio en el que se acomoda. El fútbol, también por antonomasia, recurre continuamente a su pasado. Por más que se hagan apelaciones al presente, el fútbol como fenómeno social sería inconcebible si se le priva de su memoria. La distancia no es el olvido sino el espacio y el tiempo que necesitamos para colocar en nuestra alacena emocional todo lo que vamos viviendo. A unos objetos les ubicamos en lugares perfectamente visibles, otros encuentran sitio en rincones relativamente escondidos y, ¡qué bueno quien sea capaz de tirar lo que no sirve de nada!, un buen número son retirados y depositados en el contenedor de la desmemoria.

viernes, 25 de octubre de 2019

¿A DÓNDE VA EL BUS?


Debe de ser que no me entero, que existe algún sobreentendido del que todo el mundo está al corriente menos yo. El caso es que en multitud de temas de debate político y social no sé, más allá de obvias vaguedades, qué es lo que se pretende, no sé a dónde queremos llegar. Observo y veo a seres extraños discutiendo sobre quién está más facultado para conducir el autobús pero sin respondernos cuando preguntamos que hacia dónde lo quieren llevar. 
Escucho, y dicho con prosopopeya como para aparentar conocimiento, con formas rotundas como para mostrar seguridad, qué medidas tomaría cada cuál; pero, insisto, no estuve pendiente en el momento en que se explicaba el ‘para qué’. De esta manera, las retahílas de propuestas, ellos dicen ‘soluciones’, se me antojan tan absurdas como la lectura de una guía de teléfonos.
Da igual si me pongo las gafas de cerca. Vaguedad: urge acabar con la despoblación. Huecas declaraciones de intención: ‘será nuestra prioridad’, ‘invertiremos en’. Listados de medidas sin más: ‘la cobertura telefónica llegará hasta el último rincón y tal y tal’. ¿Qué me está contando? No, por favor, antes de nada diga cada cual qué entiende por ‘acabar con la despoblación’. ¿Intentar -por dios, por dios, por dios, qué cosas- que se mantengan vivos todos los pueblos? ¿Pretender que se asiente la población en lo que podemos denominar como cabeceras de comarca, en las capitales de provincia y poco más?

viernes, 18 de octubre de 2019

LES TENGO ENVIDIA

Con demasiada frecuencia deseo conmoverme con esas mismas cosas con las que muchos de ustedes se emocionan, pero no, no me sale. Miro atrás y no caigo en la cuenta de si en mi pasado adulto hubo algún momento en el que pude acercarme con aires de trascendencia a todo ese material simbólico; tal vez sí, tal vez no, no lo recuerdo. Y siento un poco de lástima por mí.
Por ejemplo cuando me asomo y veo a mis vecinos rasuereños -amigos, familia- estremecidos acompañando a la Virgen de los Dolores. Me desborda. Me gusta, sí; cuando puedo voy, también; pero emocionalmente, todo lo más me atrapa la melancolía, me asalta la remembranza. Miro como quien asiste a una clase viva de antropología. Y siento que me pierdo algo. Supongo que, si mi patria hubiese sido la infancia en Valladolid, tal ocurriría con la Semana Santa.

viernes, 11 de octubre de 2019

LA PAZ DE LOS CEMENTERIOS


Al igual que los viejos revolucionarios de cartón piedra, tras comprender que sus certezas se postergaban, que el proceso deseado iba para largo, asumieron que su sino era esperar, los mesetarios vivimos aguardando la fecha señalada.
Al contrario, mientras aquellos bon vivant de la izquierda caviar esperaban -alguno todavía anda en ello- un fin de los días en forma de revolución que habría de traer a la humanidad justicia, paz, felicidad y prosperidad eterna; nosotros sobrevivimos pasando las horas sentados en la solana haciendo tiempo para que la solución biológica determine cuál habrá de ser el último de los días en que nuestras tierras serán habitadas. Este porvenir, el nuestro, digo, también vendría cargado de paz, la de los cementerios.
Ellos, gauche divine, entre brindis y brindis, concluían que las contradicciones inherentes al sistema inexorablemente arrumbarían el capitalismo en cualquier rincón perdido de la historia; nosotros, entre chato y chato, corto y corto, ahogamos las penas lamentándonos por el inexorable destino de ser la (pen)última generación de pobladores del Valle del Duero y adyacentes.

viernes, 4 de octubre de 2019

PAN, ROSAS Y PAPEL HIGIÉNICO


Solemos decir que las criaturitas hacen lo que ven, repiten lo que oyen. Les planteamos callejones sin salida en forma de falsos dilemas -¿a quién quieres más, a papá o a mamá?- y en venganza una niña espeta a un alcalde que a dónde preferiría dedicar los recursos, a replantar hectáreas amazónicas o a reconstruir Notre Dame. El preboste cae en la trampa y elige una. Aporta peregrinas razones para optar por Notre Dame. Las criaturas, sugestionadas por la última moda, se sorprenden por la elección. Una parte de la oposición social, para atizar al munícipe, se regodea con las respuestas infantiles; con lo cual, a su manera, también caen en la misma trampa, eligen una de las dos. Bien que la política es tener que decidir cómo repartir los dineros, pero sabiendo que ambos, el patrimonio natural y el cultural, han de ser cuidados aunque solo sea porque no somos más que unos depositarios temporales de la belleza, del patrimonio, de la memoria; en fin, del inmenso legado recibido de la naturaleza y de nuestros antepasados.