jueves, 5 de agosto de 2004

MINUTO DE SILENCIO

El mito de la invulnerabilidad ha sido derribado en forma de torres hermanas. Significaban más que eran y su caída es más que su desplome. Es odio condensado, veneno que hervía en las venas de los suicidas, cianuro con nombre de religión volando hasta incrustarse en diez mil edificios. Es una guerra pero no empezó ayer, es consecuencia, es una indecente gestión del dolor ajeno. Es dolor engendrando dolor y en el parto una persona sufre, mil, un millón de dolores que se engendran oliendo a muerto y clamando justicia y engendrando más dolor. Es prepotencia criando cuervos, esculpiendo un bumerang, es billete de ida y vuelta. Nada hay más vulnerable que un ser humano odiado por otro ser humano, más vulnerable que una torre, que una religión, que un imperio forjado en miles de seres torturados. El invierno, imperecedero para muchos, ha depositado sus copos de nieve donde el sol tenía su guarida.


Hoy estamos de luto, todos los días el odio nos sirve motivos para ello. Silba el árbitro, comienza el partido.