miércoles, 29 de enero de 2003

LA HORA DE LOS VALIENTES (actores en la calle)

El que por miedo decide callar no tardará en ahorrarse el esfuerzo de pensar para no sentirse silenciado.


Un oficial victorioso embutido en su reluciente uniforme ejerce de improvisado guía en ese Museo del Prado que olía a sangre reciente en el Madrid de la posguerra. Entre cuadro y cuadro rememora sus hazañas bélicas con esa hinchazón huera capaz de transformar en epopeya la más abyecta traición. De sopetón interrumpe su paso y muestra un lienzo, el autorretrato desde el que Goya lleva dos siglos observándonos, ufano relata como unos soldados falangistas rescataron ese cuadro cuando “unos rojos” pretendían destruirlo. Es la penúltima escena de la película “La hora de los valientes” (Antonio Mercero, 1988).

Goya había retratado al pueblo de Madrid como víctima de los devastadores Desastres de la Guerra, guerra sin héroes ni gestas, guerra como triunfo del fanatismo, de la crueldad y de la avaricia, ante el valor de la razón. Goya supo desmadejar el nudo formado por la retórica liberal del discurso napoleónico y los estragos causados por el ejército francés (Carga de los mamelucos o Fusilamientos del tres de mayo). Goya sufrió la carnicería, que toda guerra es, soportando en sus carnes el nacionalismo cerril que toda guerra de invasión produce. Derrotado el imperio, que no supo defenderse de usos bélicos desconocidos hasta entonces (la guerrilla), se reestableció el antiguo régimen y Goya tuvo que retirarse a Carabanchel y exiliarse poco después.

Mientras sus pinturas hablaban, él ha mantenido su pose inerte. Hasta el otro día. Un grupo de actores, conscientes de la sordera del de Fuendetodos repitió hasta la extenuación un grito: “No a la guerra” y el maestro sonrió. Esa sacudida despertó de un prolongado letargo a una buena parte de la sociedad que, suscribiendo la proclama, no encontraban la forma de hacerse oír y, a la vez, agrió el gesto de un gobierno no demasiado proclive a aceptar disonancias.

Por que esa es otra, y al cabo lo que me interesa en este artículo, estamos en manos de un gobierno que miente y manipula para acallar las críticas a su gestión e insulta a quien las plasma negro sobre blanco. Hasta ahora la respuesta de los agraviados se difuminaba en un olvido ramplón, pero hoy quiere manchar nuestras manos de sangre so pretexto de liberar a un país de su tirano y eso son palabras mayores.

Una sociedad que se autodefine adulta tiene como obligación ineludible denunciar las componendas de un presidente que anula el debate parlamentario fundiendo en su persona al poder ejecutivo con el legislativo, que arrastra a un estado soberano a una guerra cuando cuatro de cada cinco de sus conciudadanos se opone, que anula el debate social en los medios de comunicación públicos impidiendo la aparición de voces discrepantes o sesgando la información difundida y que, en vez de tener voz propia, se limita a acatar subordinadamente las ordenes que llegan del otro lado del Atlántico. Que mejor oportunidad para esa denuncia que aprovechar los micrófonos de una gala emitida por televisión.

Pues a partir de ahí la de dios es cristo. Junto a palabras legítimamente críticas reprobando la actitud de la gente del cine, hemos asistido a un espectáculo de desconche de la liviana capa de pintura democrática que recubre el afán totalizador de miembros del gobierno y de sus palanganeros. Sobra con analizar sus comentarios. Veamos:

Los más simples –piensa el ladrón...- adjetivan como manipulados a quienes criticaron al gobierno. ¿Eso no es insultar?. Quizá si la frase de marras no hubiese manado de más de cuatro bocas habría sido merecedora del aplauso como el recibido por Almodóvar, quien vino a decir lo mismo tras recibir un globo de oro, sin embargo una respuesta unánime que va mucho más allá de lo que puede ser una gracia de algún “farandulero retroprogre” se les torna insufrible

Acusan de desleales a los organizadores por no haber entregado el guión previamente a los responsables de TVE. Mienten. La dirección del ente tenía en su mano el guión, no así las intervenciones de los premiados que, obviamente, son una incógnita sin despejar hasta que son impelidas. Embuste aparte, ¿cabe un más explícito reconocimiento de censura?. En televisión, por primera vez en mucho tiempo, no nos dijeron lo que tenemos que pensar; se enteraron de lo que pensamos la inmensa mayoría. Dicho sea entre paréntesis, las imágenes que TVE cedió al resto de cadenas de televisión omitían cualquier referencia a estos hechos.

Critican a los cineastas que con el alboroto sólo consiguieron que no se hablara de cine. Me callo y que responda Fernando León de Aranoa, a la postre el principal perjudicado: “nunca antes se había hablado menos de la película más premiada y, sin embargo, no podía importarme menos”.

Los formalistas se escandalizan por la utilización de un foro para fines que no le son propios. La política para los políticos, vienen a decir, los actores a actuar y el papa a decir misa. Son los mismos que, en la gala de 1998, bendijeron a José Luis Borau, presidente entonces de la Academia, cuando levantó sus manos pintadas de blanco y labró un discurso que merece la pena recordar: “nadie, nunca, jamás, en ninguna circunstancia, bajo ninguna ideología ni creencia, nadie puede matar a un hombre”. La sangre de Ascensión García Ortiz y de su marido, el concejal sevillano Alberto Giménez Becerril, estaba fresca. Habían sido vilmente abatidos por pistoleros de ETA. Nadie acusó a Borau de extralimitarse, ni de estar fuera de lugar.

El Salón puesto en pie haciendo suyo el gesto de  Borau desmantela el argumento de los que piensan que el cine español no asume una postura tan clara cuando de la violencia de ETA se trata. Pero si les parece poco que vayan a ver películas como Yoyes, Días contados, asesinato en febrero...: Hay, en cualquier caso un matiz que no conviene dejar correr. Cuando ETA asesina nos convierte en víctimas, cuando el gobierno decide que se arrase a otro país nos convierte en verdugos. Y se puede decidir no ser verdugo, la decisión de no ser víctima está más lejos de nuestra voluntad. ­

Argumentos hasta mil con el objeto de robarnos la opinión, negando la realidad e intentando convencernos de que España es el país de nunca jamás que cada tarde a las tres nos muestra una tele que debiera ser de todos y es sólo su tele. Se han despistado un ratito y, de la misma forma que una grieta puede hundir a un Prestige, una ranura de libertad puede ser suficiente para domeñar el ardor guerrero de nuestro gobierno, un vientecillo puede esparcir la semilla de la dignidad y devolvernos el orgullo arrebatado por un presidente que ha rendido vasallaje a la ultraderecha norteamericana.


Con engaños y silencios han lustrado su currículo. Como el oficial de la película citada al comienzo, pueden repetir hasta la saciedad que rescataron el autorretrato de Goya, pero en realidad bombardearon al Museo del Prado. Pueden acusar de intentar destruir al cuadro a quién murió por defenderlo. Pueden... pero cuando el oficial abandona la sala, en la última escena de la película, una mujer y un niño se acercan al cuadro, saludan a Don Francisco con la familiaridad de quien ha compartido tres años de miseria en medio de una guerra. Los tres seguían vivos  pero echaban de menos a su marido, a su padre, a su compañero. Sufren su ausencia, pero sufren más el baldón de la infamia. Y Goya desde su pedestal de El Prado sigue advirtiéndonos de los desastres de la guerra y de las mentiras que a ella llevan.

lunes, 27 de enero de 2003

RAZÓN Y PASIÓN

Estamos en la vigilia  de la apoteósica arenga en la que George Bush demostrará que el régimen tiránico iraquí  posee armamento biológico, químico y nuclear, para ello exhibirá al mundo unas pruebas irrefutables. Podría ahorrarse circunloquios si utilizase el método intuitivo de mi frutera, dice a quien le quiere oír: “Joaquín tiene plátanos en casa”, sonríe y presenta copia de la factura. En cualquier caso la sociedad española se muestra renuente a dejarse convencer pese al apoyo incondicional del gobierno al órdago bélico y se está organizando en cada ciudad para elevar el anhelo a imperativo. En Valladolid diversos colectivos han creado una plataforma que, además de convocarnos en manifestación el próximo domingo 16, ha organizado una conferencia (hoy martes 4 a las 19.30 en la Casa Revilla) en la que Carlos Taibo desmenuzará la situación geopolítica del conflicto. Taibo es uno de los imprescindibles en definición de Brecht. Nada le importa que las causas de sus luchas aparezcan perdidas; nada que otros, que cortejaban a las mismas damas, sólo cuidaran de si mismos, es un caudal de conocimientos puestos al servicio de su integridad ética. Conviene oírle. Dorará de razón a la pasión del no a la guerra

miércoles, 15 de enero de 2003

RECETAS MÉDICAS

El forense que se hizo cargo del exánime R. Valladolid cuando fue abandonado a su suerte por un equipo médico que a mitad de operación se quedó sin oxígeno ha fijado su diagnóstico; el cadáver tiene vida. Le quedan secuelas a largo plazo pero sus órganos vitales funcionan, eso sí, lánguidamente. Tras este acceso de catalepsia subyace una reflexión: más allá de que el Pucela pertenezca a una serie de empresas que dicen representar al sentir de los aficionados, éstos han de estar alerta y conocer lo que ocurre en los consejos de administración, juntas de accionistas... y exigir a la vez que ofrecer desde el acuerdo o el desacuerdo. Y para ser partícipes en el sendero por el que se transita es necesaria la información, a partir de ahí que cada cual obtenga sus conclusiones y actúe. Los noventa minutos del partido son para disfrutar mas conformarse con eso es una veredita cómoda que conduce a la muerte a medio plazo. Del Valladolid o de la condición de personas libres. Quien diga, como el presidente de la junta castellano y leonesa, que no quiere involucrarnos en problemas internos de su partido merma nuestros derechos. El manto de armiño se lo hemos de quitar nosotros o seremos los próximos en la mesa del forense y ya sin milagro médico que nos salve.

lunes, 13 de enero de 2003

OLOR A NAFTALINA

Hay armarios con cajones furtivos, tan recónditos que sólo se abren si quienes han permanecido ocultos en ellos golpean sus tablas de inquisición hasta que, deshechas, les permitan asomarse libres de miedos. Armarios como ventanas que, al abrirse de par en par, orean un aire rancio de sacristía, avientan el putrefacto olor a cirio impuesto por cada dormitorio que se tiene por alcoba de bien. De otros armarios quienes salen no deparan ningún desconcierto, son armarios que han permanecido perennemente abiertos, su contenido se ha ofrecido diáfano al albur de cualquier mirada y, sin embargo, desprenden olor a naftalina. Armarios como botellas de zotal que, cuando se destapan, esparcen su líquido nauseabundo en barracones, emanando efluvios fétidos entre los hacinados para proteger de piojos la cabeza del general. 
De uno de estos armarios ha emergido Ana Botella, arrastra tras de sí el olor que desprendieron sus palabras cuando justificaban delitos como el del ex-alcalde de Ponferrada, acusado y condenado por acoso sexual, cuando estigmatizaban a las parejas homosexuales o relacionaban emigración y delincuencia aparcando la realidad marginal de muchos de los que aquí llegan.
Se postula hoy como concejala de bienestar social quien ayer dijo: “hoy una mujer llega a casa y le dice a su marido, cariño he comprado un coche”. No aclaró si todos los días. Está tan lejos de la realidad que por mucho que pretenda acercarse tardaría años en sentirla.
Eso sí, no empeora lo que hay.

martes, 7 de enero de 2003

REYES MAGOS

La, ya de por sí, escasa superficie de la casa en la que amo y dudo se ha visto reducida súbitamente. Una cohorte de primas, tíos, amigos y abuelas tras la trinchera de unas falsas pelucas y un mantón de armiño, han dejado para Diego una cantidad de juguetes que no creo que pudieran acarrear tres corrientes camellos. El crío, inerme, va y viene de un juguete a otro desplegando su caudal de energía, me los muestra todos mientras yo bastante hago con no pisar un coche o un robot marciano que mea a la vez que baila el aserejé. Mañana de mañanita quedará un rescoldo de ilusión y pasado mañana, a más tardar el jueves, millones de juguetes deambularan como saco de huesos en busca de su inhumación. Vendrán otros que avivarán el ciclo. La noche de reyes encuentra su sentido en una cultura de la escasez, pero en nuestra caverna de neón exalta lo cotidiano: un niño abre la boca pidiendo un coche y se la tapamos con el coche -a ser posible mayor que el del vecino-. Hemos pasado de la abuela con veinte nietos, al nieto con veinte abuelas. 
El tiempo de disfrute de un juguete es directamente proporcional al tiempo que se le ha anhelado. Un juguete, como un cumpleaños, deja de ser objeto de gozo si se celebra a diario. Ya no se desea; se ve, se pide, se tiene, se amontona, se tira. Ilusión es el fetiche del día, pero ilusión es el sueño de conseguir algo muchas veces negado, ilusión es creer que una zapatilla es un barco y el pasillo el mar.

(Ilusión, para dos de cada tres niños, es comer a diario; pero eso no hay rey mago que lo consiga).