Corría el minuto trece cuando Cannavaro, quien no ha tanto recolectaba galardones como el mejor futbolista del mundo, recibía un balón al borde de su área y le pateó virulentamente al vacío lejano. Poco después, Higuaín galopaba hacia la portería vallisoletana mirando a un lado y a otro sin encontrar a nadie que vistiese una camiseta similar a la propia. Recursos de equipo pequeño, de colectivo sin otro objetivo que la supervivencia encomendando parte de su futuro a los designios del azar. Los números en el fútbol no son nada pero ayudan a explicarlo todo. El Real Valladolid tuvo más posesión, cometió menos faltas, recibió menos tarjetas y generó más ocasiones -al menos hasta que cerró filas tras el gol-. En fin, el pequeño aceptó los galones de mando pero con menos dotes para imponer sus objetivos y el grande vivió como un Lazarillo cualquiera en pos de un chusco que le permitiera llenar el estómago. Los que ayer vestían de azul son el corolario de un equipo sin propuesta definida pero que golpeaba como un martillo pilón.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.