miércoles, 19 de octubre de 2005

VIAJE DEL SUBSECRETARIO



La hipocresía reviste con verbo de tul el sentimiento de culpa, es anhelo de integridad, una vil justificación, una gracia que ofrece el error asumido. La envidia de la virtud hizo a Caín criminal, nos recuerda Machado. El hipócrita pretende, con gestos acomodados a sus palabras, ser creído (él o la tribu de la que se siente parte) Y el PP  es un caballo que porta un baldón de muerte como joroba. José María Aznar se sintió importante declarando una guerra y sus huestes han de obrar en consecuencia. El general de esta plaza, Javier León de la Riva, a falta de divisiones acorazadas, aporta lo que tiene: ordena a Rafael Salgado, vicesecretario del ayuntamiento, ir a Irak y explicarles como se privatiza el agua o como quedaría de lustrosa la ciudad de Diwaniya toda ella llena de fuentes. Les prevendrá de las fechorías de las Asociaciones de Vecinos o de los padres dolientes por naderías de leucemias y otras hierbas. Adecua palabras y obras al gusto del mandamás, blanquea el rubor de su tez ante el ridículo presidente; “soy de los suyos, es de los nuestros”.
Y digo, traviste las palabras y con ellas los presupuestos: los dineros que costearán el viaje saldrán del anémico saquillo destinado a la cooperación internacional, serán detraídos de la escuálida cantidad de 600.000 euros que destina Valladolid a proyectos de desarrollo en países desahuciados en el trastero del planeta. Idéntica cantidad, sirva de referencia, que hace ocho años. Quizá ahora, como antifaz que enmascare el desaguisado bélico o como anzuelo que acalle a las voces discrepantes, aumente. Vano esfuerzo.
Lo del alcalde de Valladolid es un ejemplo más de cómo el ego acomplejado del presidente secuestra la voluntad, y la dignidad, de sus mandados. O quizá soy un pertinaz optimista que procura rebuscar gérmenes de razón en el guijarral del conservadurismo español. Quizá esa derecha que se envuelve en la bandera y juega al me pongo de pie, me vuelvo a agachar, desea que juguemos a los agachaditos inertes que dejan hacer; tal vez esa derecha que sueña con inmovilizar la historia, esa derecha de solaz onanista ante visitas del Papa o desfiles de militarones disfrazados de Mahatma Ghandi sólo ansíe ser respetada por sus músculos.
Puede que Javier León de la Riva no practique la hipocresía tribal, se crea a sí mismo y entienda que gastar el dinero del municipio en el viaje del subsecretario sea el idílico colofón a la liberación de Irak. ¡Qué horror!