lunes, 5 de octubre de 2015

AÑOS Y KILOS

Siempre que la necesidad acucia, aparece un horda de charlatanes que pretenden embaucar con su palabrería: curanderos que prometen sanaciones inverosímiles, mercachifles que garantizan súbitos enriquecimientos, santeros que son capaces de leer un futuro halagüeño, hechiceros que fabrican pócimas de la eterna juventud. No es nada nuevo, vendeburras han existido en cualquier tiempo y lugar. Sin embargo, en este mundo que nos ha tocado vivir, ha surgido un nuevo tipo de trujamanes:  los alquimistas de palabras huecas, personas que hilan frases con aparente sentido, las empaquetan en libros y las venden como agua en el desierto. Frases que, desmenuzadas y leídas con detenimiento, muestran su absoluta vacuidad, pero que, sin embargo, causan furor y son repetidas hasta la saciedad en encuentros, charlas, grupos de cualquier clase de terapia o son multiplicadas hasta la saciedad en las redes sociales. A pesar de ello, estas frases, pasado el periodo de efervescencia, se evaporan sin ninguna utilidad. La desmesurada aceptación de esta ‘literatura’ - que por su inocuidad no es sino agua- muestra que, en el fondo, buena parte de nuestros contemporáneos se sienten perdidos en un desierto en el que el resto de la población son granos de arena. Quizá el más reputado de estos autores sea Paulo Coelho.