Europa es una
necesidad política, un salto cualitativo del cejijunto provincianismo a la
ciudadanía universal, de las esencias a los derechos. Pero el sueño de
generaciones -una Europa crisol, ariete de los derechos humanos, refractaria
por escaldada de aventuras bélicas o colonialistas, medioambientalmente
sostenible, abierta, solidaria, laica y comprometida con las condiciones de
vida de hombres y mujeres- se desvanece. A cambio, un lo tomas o lo dejas en
forma de constitución cambalacheada que trueca el sueño en pesadilla.