Unas hermosas vacas
pastando por los campos verdes, tierras de labranza que ofrecían varias
cosechas al año, en Europa siempre llovía cuando hacía falta. Platos llenos,
varias comidas al día, frigoríficos repletos, lavadoras automáticas,
televisores en color, en los diccionarios de Europa no aparecía la palabra
preocupación. El homosexual español besaba a su pareja en la calle cuando
soñaba Europa. Cuando soñaba Europa la madre soltera no sentía las miradas
inquisidoras disparadas desde el vecindario, es más, la mujer era tratada por
ley igual que el hombre. El trabajador no se refugiaba en la luz de la luna
para afiliarse a un sindicato, es más, tenía derechos. Europa era el trayecto
al sueño de cada uno. Las costa era un poco Europa, en cualquier playa un perplejo trabajador de SEAT
escuchaba a uno de Volkswagen decir que podía pagar un avión y venir a España
de vacaciones. Las suecas venían de Europa, el rostro de Alfredo Landa se
acaloraba porque pudo tocar Europa cuando España no se dejaba tocar, era pecado.
España en sí era un cura reprimiendo. Hasta muchos curas se sentían abrumados
de los curas y se quitaron la sotana porque era más europeo. En la tele no
había rombos, en las calles nadie decía cómo vestir, los cines se proyectaban
todas las películas sin necesidad de que un censor firmase el nihil obstat.
Europa eran dos tetas en una pantalla de cine en Perpignan. Europa era el otro
lado y los Pirineos eran una valla como la de Ceuta o Melilla.