jueves, 10 de abril de 2014

UN CINE EN PERPIGNAN

Unas hermosas vacas pastando por los campos verdes, tierras de labranza que ofrecían varias cosechas al año, en Europa siempre llovía cuando hacía falta. Platos llenos, varias comidas al día, frigoríficos repletos, lavadoras automáticas, televisores en color, en los diccionarios de Europa no aparecía la palabra preocupación. El homosexual español besaba a su pareja en la calle cuando soñaba Europa. Cuando soñaba Europa la madre soltera no sentía las miradas inquisidoras disparadas desde el vecindario, es más, la mujer era tratada por ley igual que el hombre. El trabajador no se refugiaba en la luz de la luna para afiliarse a un sindicato, es más, tenía derechos. Europa era el trayecto al sueño de cada uno. Las costa era un poco Europa,  en cualquier playa un perplejo trabajador de SEAT escuchaba a uno de Volkswagen decir que podía pagar un avión y venir a España de vacaciones. Las suecas venían de Europa, el rostro de Alfredo Landa se acaloraba porque pudo tocar Europa cuando España no se dejaba tocar, era pecado. España en sí era un cura reprimiendo. Hasta muchos curas se sentían abrumados de los curas y se quitaron la sotana porque era más europeo. En la tele no había rombos, en las calles nadie decía cómo vestir, los cines se proyectaban todas las películas sin necesidad de que un censor firmase el nihil obstat. Europa eran dos tetas en una pantalla de cine en Perpignan. Europa era el otro lado y los Pirineos eran una valla como la de Ceuta o Melilla.