La realidad que nos toca vivir, al modo de los dedos de un alfarero,
va dando forma a nuestros artilugios del pensamiento. Así, sobre el torno, giramos,
giramos, mientras nuestra figura va siendo afinada por el contexto en que nos ha
correspondido vivir. Claro, y ahí radica nuestro potencial de libertad; aunque
los dedos que moldean sean los mismos, cada cual tenemos una materia prima
diferente. En resumen, por un lado somos hijos de nuestro tiempo y de nuestra
tierra, nos vamos haciendo con lo que vivimos, con lo personal y con lo social;
pero por otro, el ser de cada cual es determinante en el producto final.