jueves, 15 de noviembre de 2018

DE MILES EN MILES

Imagen tomada de hogarmania.com

Si algo sabemos de trigonometría, si somos capaces de entender qué es un hiato o si recordamos que a los reyes de la dinastía de los Habsburgo se les dividía en Austrias mayores y menores, se lo debemos en mayor medida a las vacas, cerdos y ovejas que a nuestras multicentenarias universidades. Con su leche, su carne, su lana -unido al ingente trabajo de nuestros padres- se pudieron pagar los estudios de varias generaciones, estudios que habrían de servirnos para aquel etéreo ‘ser algo en la vida’, para aquel concreto ‘no tener que trabajar y sufrir tanto como nosotros’. 
Quien ha visto llorar a su madre por una gallina que se ahogaba o lanzar juramentos al aire ante una vaca recién parida a la que se la habían salido ‘las madres’ es consciente del peso que en nuestras vidas ha tenido esa ganadería ‘de pocas en pocas’, alguna vaquilla en la cuadra, algún cerdo en la pocilga o un pequeño rebaño al que pastorear. Cosas de la vida, esos mismos animales, con pagarnos los estudios, pusieron fin a los tiempos de las cuadras, las pocilgas y las cijas.