Los dulces, además
de no amargar a nadie, aportan grandes dosis de energía al cuerpo que los
ingiere. Por ello, y por su facilidad para ser transportados, nunca faltaban en
el equipaje de nuestros andarines primeros antepasados. Con un poco de miel y
la pulpa de la fruta tenían materia prima más que suficiente. El hallazgo de la
caña de azúcar abrió una nueva era en las artes de la repostería, hasta el
punto de que su nombre en latín ha llegado hasta nuestros días, canna melis,
caramelo. Estas pequeñas golosinas no se fabricaron de forma industrial hasta
mediados del siglo XIX, eso ocurrió, como no, en USA. El genio hispano no falta
en esta pequeña historia: en 1958, Enric Bernat clavó un palo en lo ya
inventado, había nacido el chupachups