domingo, 15 de marzo de 2015

EL PUCELA LÍQUIDO

Son ya varios los siglos que el capitalismo lleva envolviendo nuestras formas de vida. Tanto tiempo que es estúpido pretender analizarlo como si fuese una foto fija, como haría un entomólogo con cualquiera de sus insectos. Existen características intrínsecas que ni se han modificado ni lo harán, así pasen mil años. Pero otras sí. El capitalismo evoluciona y se adapta a las distintas situaciones que le imponen los distintos tiempos en los que se ha desarrollado y los diversos espacios en los que se ha ido implantando. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman es uno de los autores que ha intentado abordar ese estudio con la pretensión de comprender mejor el momento en el que nos encontramos. Señala Bauman que una de las evoluciones notables es que la modernidad capitalista nos ha llevado hacia un exacerbado individualismo. Fruto de este proceso es el debilitamiento de los vínculos humanos que ahora son más débiles que antaño. Todo es más transitorio, más pasajero, los mercados se desregulan, se liberalizan y todo parece volátil, todo está en movimiento. El humano, en estas condiciones, se siente acorralado por su propia angustia, escondido bajo el manto de su propio miedo. La sociedad sólida de la que hablan nuestros padres es ya eso: relatos de un pasado que podremos contar a nuestros hijos. Hemos completado el tránsito a una sociedad sin certezas. Bauman, en hábil metáfora, la bautizó como la de la ‘modernidad líquida’