sábado, 30 de enero de 2021

RASGOS IMPRECISOS

Cuatro minutos y ya se me había puesto la cara afligida de Juana Ginzo doliéndose de cada golpe que encajaba su vecino Miguel en el ring. Ella, secreta y discretamente enamorada de “El tigre de Chamberí”, que acudió ilusionada a la cita con la esperanza de que el personaje interpretado por José Luis Ozores se confirmase como el gran boxeador que le habían dicho que era, sufría cada golpe como si fuera su mandíbula la que lo recibía. Hasta que no pudo más y estalló, “bueno, ¿aquí solo pega uno?”

Cuatro minutos y ya había tomado una nota que definía ese lapso como horroroso. Es muy poco tiempo para un juicio tan categórico, ya, pero los antecedentes aportaban una información adicional: ese arranque no era consecuencia de un ataque brusco e intempestivo del rival sino la reafirmación de un estilo basado en el esperar y ver, en una actitud contemplativa. No entendamos esto como una carencia volitiva de actitud, no tiene que ver con las ganas.