lunes, 30 de mayo de 2016

RADIO Y PESADILLA

En apenas dos versos, «el tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos», Pablo Milanés comprime las sensaciones de quienes empiezan a darse cuenta de que en el viaje de la vida no hay marcha atrás ni billete de vuelta. El tiempo corre y con su pasar el mundo va haciendo camino en espiral. Pero hay algo inmutable: tome el mundo la ruta que tome, nosotros, cada uno, vamos poniéndonos viejos y mirando el pasado para huir, comparar o añorar. Dos relojes, el del mundo y el particular, que no siempre llevan la hora acompasada. Hace unos años, sea el caso,un par de señoras muy enseñoradas nos increpó a un amigo y a mí a la salida de una manifestación. Una de las mujeres tras lanzarnos una sarta de vituperios que para ella debían de ser ofensivos, remató la diatriba con aquello de que «con Franco se vivía mejor».. Mi amigo empezó a acalorarse con ánimo de responder, yo pensé que no merecía la pena. Sonreí y le di la razón: «Claro que sí, señora; seguro que entonces usted caminaba con más garbo, podía comer de todo y no le dolía nada. No dudo que entonces viviese mejor». Sin embargo, a veces, ese transcurrir del tiempo nos gasta una broma y se empeña en arrancarnos un arrebato de nostalgia. Ayer, sentado en la misma silla en que lo hago cada domingo que el Pucela juega fuera de Zorrilla, presto para ver el partido, la tele no terminaba de tomar la dirección de Elche.

jueves, 26 de mayo de 2016

CUESTIÓN DE ESTADO

Hace poco más de una semana, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid concluyó la labor de búsqueda de fosas comunes en el cementerio del Carmen en las que se hallan cientos de cadáveres de personas represaliadas por la dictadura franquista. No solo de las que murieron durante el tiempo que duró la guerra, sino de las asesinadas después, cuando el régimen ya se había establecido. Unas fueron fusiladas tras juicios indignos de tal nombre cuyas sentencias aún no se han revisado; otras, simplemente, sin trámite. Estas últimas personas, varios cientos, fueron arrojadas como escombros en algún agujero y allí, sin nombre, siguen sepultadas por la tierra y la historia.

miércoles, 25 de mayo de 2016

LO NORMAL ES ESTO

El Roto
Aunque haya sobrepasado con creces los trescientos artículos, que son eco de más de tres centenares de partidos del Real Valladolid, sigo poniéndome nervioso cuando veo el hueco vacío. Me levanto, converso, voy, un café, vengo, un cigarro...y así una y otra vez para desesperación de esta buena gente de la redacción. En uno de estos 'ires y venires', hace unos años cayó en mis manos la portada de ‘El Norte’ del día después. No recuerdo el tenor literal, pero venía a decir que el presupuesto del ayuntamiento de la ciudad para el año siguiente sería de unos sesenta millones de euros menos de lo normal. Hablando de ello en un corrillo, se me ocurrió comentar que desde mi perspectiva la lectura que mostraba el titular era errónea, que si bien era cierto el hecho -la reducción presupuestaria- no lo era tanto la introducción del término ‘normal’. Argumentaba que los años de la burbuja nos habían trastocado de tal manera las miradas que habíamos convertido en cotidiano lo que no era más que una situación tan excepcional como nefasta. En realidad, decía, el presupuesto ‘normal’ es el de ahora; el de los años precedentes venía artificialmente hinchado por fondos europeos que tocaron su fin y por el dinero recaudado de asuntos relacionados con aquel hipertrofiado sector de la construcción. Aquella década fue la excepción que generalizó la creencia de que se había convertido en regla. Era la época de «qué bonito han dejado el centro» que sirvió para que todos los alcaldes pudieran gozar de reelección tras reelección. Con dinero en las arcas es difícil -como se demostró- perder en las urnas. El tiempo les pondrá en su sitio. De repente llegó la realidad y nos atropelló.

domingo, 22 de mayo de 2016

¡QUÉ LARGO SE HACE!

A mí me sonó raro. El gobierno de la Junta aprueba un decreto ley que modifica el Reglamento de espectáculos taurinos suprimiendo la excepción del Toro de la Vega a la prohibición de matar en público animales en espectáculos taurinos. Pero ‘eh’ dice el consejero de Presidencia, la decisión se toma para lograr mantener la tradición. Raro suena, ya digo. Se prohíbe algo para mantenerlo. Puede que De Santiago-Juárez tenga razón y el tiempo se la dé, como defendía Carlos Blanco el pasado viernes en estas páginas, pero yo no consigo cuadrar el círculo: si el Toro de la Vega es un torneo que consiste en que un grupo de humanos desatados alanceen un toro hasta darle muerte y en el que gana el que lo mata (o el toro, si consigue sobrepasar no sé qué límites), evitar la muerte a priori es, entiendo, suprimir el torneo. Vale, en Tordesillas podrán soltar un toro cuando llegue la fecha, podrán llamarlo de la misma manera, pero será otra cosa. El discurso del consejero suena raro por su inconsistencia, porque no existe argumento que pueda sostener a la vez algo y su contrario. Esta decisión es una de esas -cada vez más frecuentes- que pretenden, giros retóricos de ‘bienqueda’ mediante, hacer creer a todas las partes enfrentadas en un conflicto que han salido victoriosas. El Toro de la Vega se puede permitir o prohibir, lo demás es mala literatura. No vale con llamar a las cosas de una manera para que estas sean lo que queramos que sean. No se puede, siguiendo la terminología del filósofo de moda, Ernesto Laclau, convertir a tantas palabras en significantes vacíos: hay cosas que son, simplemente lo que son.

jueves, 19 de mayo de 2016

ISIDRO Y ESTELA

Para las generaciones más jóvenes puede resultar sorprendente que el catolicismo haya elegido al mismo santo como patrón de dos mundos tan aparentemente alejados como el de los agricultores y  la ciudad de Madrid. Pero tiene su lógica, Isidro vivió en el Madrid del siglo XII y allí se dedicaba a arar manejando una pareja de bueyes. A arar o contemplar como araban las bestias solas, porque las crónicas cuentan como hecho milagroso que los bueyes realizasen su labor mientras Isidro se dedicaba a rezar. Pues bien, en el día en que se celebraba su festividad hace ya cinco años, en la madrileña plaza de Sol un grupo de personas quiso expresar su descontento. Poco a poco la plaza se fue llenando y dio pie a lo que se conoció como el 15-M, uno de los movimientos de los que más se ha habla y de los que menos se conoce, porque habrán de pasar unos años para poder comprobar si todo aquello habrá tenido alguna repercusión transformadora o habrá sido otro movimiento espasmódico con más literatura que valor real de cambio.
Me gustaría creer lo primero pero, según pasa el tiempo, todo aquello parece haberse quedado en lo que Alfred Hitchcock definió como ‘MacGuffin’: un elemento que alienta el suspense en una película, permite avanzar a los personajes, pero que pasa por la trama como la luz a través del cristal, sin romperla ni mancharla. Vamos, un pretexto que no modifica el sentido de la película. 

domingo, 15 de mayo de 2016

LA PARCA CARA A CARA

Aún recuerdo la cara de muerta de la ‘señá’ Paca. El cura había hecho una seña y, a la orden, algún hombre del pueblo levantó la tapa del ataúd. Allí estaba ella, quieta, peinada, ajena a todo lo que pasaba a su alrededor; con el mismo gesto de relajación que todas esas otras veces que la había visto traspuesta en el sillón. Yo, que apenas levantaba un palmo del suelo, también estaba allí, viendo, por primera vez, un cadáver. Aquel hecho no era extraño, no hace tanto, se miraba a la muerte cara a cara. Se la miraba y se hablaba de ella sin remilgos, sin pudores, sin eufemismos, con la naturalidad de cualquier hecho natural. Cada vez que una persona del pueblo fallecía, mi madre, venía a mí y me decía: “Se ha muerto fulanito” y ya, sin plantearse si me iba a generar algún tipo de trauma porque, efectivamente, no hay trauma que valga cuando la relación con la vida, y la muerte es parte de la esencia misma de la vida, se afronta, desde el principio, en su totalidad. Me lo decía como me decía: “Menganita tiene un cáncer” o “A Zutanito le ha dado un ataque de corazón y está en la UVI”. Hoy la enfermedad se recluye en hospitales y la muerte, directamente, se esconde. No existe el contacto con ese corolario de la vida, como si enfermar o morirse fuera algo de mal gusto. Pero la parca está ahí, preparada para venir sin que sepamos con qué prisa. Puede llegar cuando menos te lo esperas, como no llegar por más que parezca anunciarse. Morir, al fin, es tan fácil como difícil. Y bueno es saberlo. Un ‘bueno’ que no planteo con el sentido moral que destila la parábola del Evangelio de Mateo de las 10 doncellas, cinco necias y cinco sensatas, que salieron a esperar al esposo; no hablo de ‘preparación ante’ sino de ‘consciencia de’.

jueves, 12 de mayo de 2016

LA PERTINENCIA DEL PITUFO GRUÑÓN

Las organizaciones políticas no son más que constructos sociales  que tienen su valor en lo que representan y en cómo lo llevan a cabo. Se podría decir, también, que encierran una historia que enlaza los sueños o las aspiraciones de diversas personas pertenecientes a distintas generaciones. Pero no sería del todo cierto ya que bajo el mismo paraguas, que se lo digan al PSOE, se pueden cobijar historias muy diferentes. Cada organización, al fin,  es lo que es en cada momento, muy distinta a lo que fue tiempo atrás, a lo que será en tiempos venideros. De la misma forma que cada cual de nosotros va siendo distinto, como distinta es una generación a otra. Nada nuevo, ya lo escribió Heráclito: “en los mismos ríos entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos (ríos y personas)”.

lunes, 9 de mayo de 2016

NENÚFARES

Los estanques se llenan de color, de todos los colores, cuando los nenúfares florecen. Esta exhibición de hermosura no va más allá de los cuatro o cinco días, pues ese es el tiempo que dura su efímera vida.  Una especie de tapete verde cubre el agua y sirve de tenue soporte a tan delicadas flores. Si la vida de la flor es corta; la del tapete, no. Este permanece enraizado en las tierras del fondo del estanque.
En el jardín de la casa que adquirió el pintor parisino Claude Monet en Giverny dejó espacio para un estanque en el que habrían de enseñorearse estas flores. Monet fue capaz de atrapar esos instantes de belleza y perpetuarlos por medio del óleo.

jueves, 5 de mayo de 2016

EL SER HUMANO COMO MOLESTIA

Al ser humano, el ser humano le molesta. Desde luego es así cuando hablamos de asuntos mayores, por ejemplo en todo lo concerniente a la inmigración, a la llegada de otras gentes al territorio en que vivimos. Vinieron porque se les ‘necesitó’, pero queríamos que fuesen transparentes, que su llegada no produjese más efecto que el desarrollado en sus horas de trabajo. El escritor suizo Max Frisch allá por el 65, cuando sus emigrantes eran los españoles, sintetizó perfectamente este sentir: “Pedimos mano de obra…y llegaron personas”.

lunes, 2 de mayo de 2016

VAMOS, QUE 'LALIAO' PARDA

Hubo un tiempo, muy anterior al nuestro, en el que ‘fama’ y ‘prestigio’, sin ser lo mismo, se parecían demasiado. El matiz que separaba ambos términos tenía que ver con un par de restricciones del segundo respecto al primero: por un lado, el prestigio, aunque pueda extenderse a una población en general, venía apuntado por el notorio reconocimiento entre las gentes de un mismo ámbito; por otro, siempre nacía en torno a un hecho o una trayectoria reconocidos socialmente como positivos. Eso era antes, ahora la distancia que les separa es abismal y ello, pese a que el ‘prestigio’ sigue significando, más o menos, lo mismo. El sentido de ‘fama’, sin embargo, ha efectuado un viaje que le ha cargado de connotaciones negativas:ahora es, sin más, el hecho de ser conocido por multitud de personas sin que sea necesario que se recuerde la razón de dicho conocimiento. Es así hasta el punto de que ser famoso se ha convertido en una categoría en sí mismo. El prestigio; al fin, se labra con el cincel del trabajo callado y, como las letras esculpidas en mármol, perdura por un largo tiempo;la fama suele ser más evanescente porque se logra con gritos a través de un altavoz. Todavía queda la posibilidad de adquirir esa pretendida fama como simple corolario de un prestigio adquirido por el buen hacer, sin embargo, es más corto y tentador el atajo que se llama publicidad. En muchos casos, esta fama no es más que la coartada para satisfacer carencias personales, para poder presumir de algo; en no pocos, es una excusa para enriquecerse. Existen otros casos en que la fama llega de forma involuntaria, simplemente sobreviene a alguien por estar en el sitio preciso, en el momento indicado y acertar sin pretenderlo con lo que suelta por esa boquita. Así le ocurrió, por ejemplo, un mal día del verano de 2008 a aquella socorrista cuyo nombre no pretendo recordar. La mujer se equivocó y vertió en la piscina el líquido que no debía provocando una nube tóxica. Hasta ahí un accidente sin más. La explicación de la susodicha, sin embargo, le otorgó esos quince minutos de fama que preconizó aquel supuesto artista de lo vacuo llamado Andy Wharhol. Ella, delante de la cámara, con cara a medio camino entre asustada y colocada, explicó de forma surrealista lo que había pasado y las consecuencias en bien pocas palabras: «Me he equivocado de producto (...), ha hecho una reacción (...). Vamos, que ‘laliao’ parda».