lunes, 2 de noviembre de 2015

DIGA SÍ O NO


Lo había visto en alguna película, el abogado o el juez intentan acorralar a algún acusado o testigo que pretende trémulo contar su relato de los hechos exigiéndole que ciña su respuesta a un sí o un no. Quien pregunta con estas condiciones pretende, sin más, aislar un hecho para dotarle de categoría, descontextualizar una realidad compleja para enterrarla en un escueto monosílabo. Pocas, muy pocas preguntas en esta vida, sin embargo, admiten tan lacónicas respuestas. Curiosamente, asistimos a una proliferación de interrogatorios de este cariz en los que un periodista de turno, con una impostada adustez, plantea aquellas mismas condiciones minimalistas a diversos dirigentes políticos. Diga sí o no, defina con una palabra, no se enrolle. Y el obediente entrevistado entra en el juego, todo sea en aras del espectáculo. Después nos cuentan (aguantando la carcajada) que cada vez hay más programas en los que se habla de política y que ello redunda en favor de la democracia. No, no es de política de lo que se habla, sino de políticos; de políticos, además, convertidos en personajes a los que, como en cualquier otro programa del corazón, se les da coba mientras aguanten el tirón de lo mediático, después llegarán otros igualmente inanes, igualmente prescindibles. No nos engañemos -música de fondo, aficiones predispuestas a aplaudir o silbar al líder de turno, polémica insustancial en la calle y las redes sociales- lo que ocurre en estos programas es el empaquetamiento de la política como cualquier otro objeto de consumo y su puesta en el mercado del ‘show’ televisivo. Ni un sí ni un no sirven, casi nunca, de nada salvo que vayan engarzados en un razonamiento más complejo, ni existe una palabra que, a pelo, explique o defina cosa alguna.