domingo, 14 de septiembre de 2008

LETRA Y ESPÍRITU

De repente todo cambia. Un simple hecho, en apariencia intrascendente, puede ser el detonante de un giro radical en el desarrollo de una vida. A veces ese vuelco nos deja bien situados, con el viento soplando en la dirección de nuestros anhelos, pero otras tantas nos coloca frente a unas dificultades, a priori, imprevistas. Sesma envía el balón al cielo cuando lo sencillo era introducirlo en la portería y sentenciar el partido. Cuando Pedro López cayó en el área, dudabamos si el árbitro pitaría o no el penalti; dos segundos después el Real Valladolid se aprestaba a jugar el partido con un futbolista menos.
Si el detalle viene precedido de un error propio se asume como algo natural, purgamos culpas. Más difícil es asimilar nuestras dificultades cuando son impuestas por errores ajenos, como la decisión de un juez que modifica el trasiego vital de un partido. En este caso, afortunadamente, sin influir en el signo final. Medina Cantalejo es uno de tantos árbitros que conoce puntillosamente el reglamento, pero nunca ha jugado un partido de fútbol. Y si alguna vez lo hizo, ya no lo recuerda. Pretende aplicar tan a rajatabla la letra de la ley que se aleja del espíritu con el que fue creada. Una interpretación literal del reglamento, desgarrada del conocimiento de los factores que influyen en los hechos, garantiza la injusticia en perjuicio de quien tiene menos posibilidades de defenderse.
La suerte para el Pucela es que enfrente se encontraba un equipo diseñado para no pensar y, por tanto, incapaz de obtener ventaja de su superioridad. Un equipo que se mimetiza con el espíritu ciclotímico de su afición que ayer se veía campeona de liga y hoy teme bajar a segunda. Un grupo de futbolistas que son el fiel reflejo del club al que defienden: no saben si songrandes entre los pequeños o pequeños entre los grandes y la indefinición es el eje de la mediocridad.
Coda: Sobrellevar la pobreza no es fácil y menos cuando somos conscientes de lo que no podremos disfrutar. Escudero va a ser como una marisquería en el paseo de un mendigo. Azuzará los jugos gástricos de la afición, pero serán otros los que disfruten del sabor de su juego. Disfruten su aroma mientras dura.