jueves, 7 de febrero de 2013

EL ROZÓN EN LA HERIDA

Recuerdo la sonrisa burlona de mi viejo paisano José ‘el Cuco’ cuando me vio respingar tras haberme apoyado en una pared. ¿Qué?, me dijo, ¿a que cuando tienes una herida todos los golpes van a ella? Mi cara de niño puso mueca de sorpresa. ¿Cómo podía saber que tenía una herida? Pero por otra parte, pensé, no le falta razón. Cuando tienes una herida y se produce un contacto involuntario con cualquier objeto, maldita casualidad, creí entonces, el impacto siempre atina con la llaga. Pasan los años y descubres que no es así, que el cuerpo toca a diario cientos de objetos sin que nos enteremos, salvo que ese roce se produzca con la zona herida. Entonces chillamos.