jueves, 29 de abril de 2021

DOS Y DOS SON CUATRO

Por una de estas, le da a Stephen Curry una ventolera y decide dedicar los meses de asueto a conocer Valladolid. O, pedradas más gordas se han visto, cavilando en que ya anda por los treinta y tres y para el retiro quedan, como quien dice, un par de Informes Semanales, le da por establecerse en Rasueros para disfrutar de la vida tras su retirada. Aquí ‘el Menda’, que pese a sus cienes y cienes de defectos nunca rehúye una conversación ni con Agamenón ni con su porquero, pasaría casualmente por el borde de la pista de basket en la que el triple campeón de la NBA, el considerado mejor tirador de la historia, se lanza unos triples con aire indolente. Me ve, sonríe, se acerca para charlar un poco, conocer cosas del entorno, quedar por la tarde para alguna escapada castellanoleonesa, relamerse… “Al tostón en Arévalo te invito -me dice-, pero falta saber a cuenta de quién van las cervezas de antes. ¿Hace jugárselas a unos triples?”. Asiento, con un gesto que reafirma el ‘por supuesto’. “¿A cuántos tiros nos la jugamos?

sábado, 24 de abril de 2021

RÉQUIEM O MUERTE ANUNCIADA

El relato, escrito mucho tiempo después, podría arrancar dentro de un año largo, justo el día del aniversario de la fecha en que se consume la defunción. La frase que vencería al miedo del folio en blanco diría algo como “El cura esperaba sentado en un sillón con la cabeza inclinada sobre la casulla de los oficios de réquiem”. Cambiando, eso sí, ‘cura’, ‘casulla’ y ‘oficios de réquiem’ por Sergio, ‘camiseta del Pucela’ y ‘remembranza’. Este texto alternativo ni lo escribirá Ramón J. Sénder ni, por suerte, por suerte, por suerte, relatará los prolegómenos de la misa de ‘réquiem por un campesino español’. Pero sí serviría, como el original, para relatar un proceso de expiación de culpas y lavado de malas conciencias, para comprender que la muerte, cuando es a destiempo, suele tener muchos padres. El lector -joven aun en aquel momento futuro- de este relato de un pedazo de la historia del Pucela sabrá que esa temporada su equipo descendió. ¿Qué sentido, si no es el recuerdo de una muerte, tiene que el comienzo del relato esté ambientado en una sacristía con olor a incienso, que los participantes asuman desde el principio su responsabilidad en un final cruento?

jueves, 22 de abril de 2021

TODO ME GUSTA

Esta semana he echado mucho de menos los campos en los que se formaban charcos cuando llovía, en los que, por exceso de tráfico de botas, había desaparecido la hierba en el área chica, en los que una rápida reacción para anticiparse se malograba por un bote traidor, en los que ese mismo bote traidor derribaba una muralla defensiva y regalaba una ocasión no merecida, un gol caído del cielo. Los ingenieros devanándose los sesos diseñando unos sistemas de drenaje, seleccionando hierbas para que el césped no oponga fricción; los técnicos replantándolo, recortándolo, mimándolo… han relegado lo accidental, lo incierto, convirtiendo el fútbol en algo semejante a lo esperado.  Más espectáculo, menos juego.  Fútbol alejado de la naturaleza, domesticado, convertidos los lobos en perros, los jabalíes en cerdos, la carne en chóped, las personas en consumidores. Fútbol empaquetado como esos plátanos que se venden pelados y plastificados. Al humano, lo imprevisible, la incertidumbre, le fascina tanto como le asusta. Le atrae la fiereza de lo salvaje, lo utiliza como icono. Pero elige enjaularlos. Le seduce la ruleta -aun la rusa-, el naipe, la moneda al aire. Pero reclama seguridad. Carnaval y Cuaresma.

Esta semana he recordado -tal vez no fue así, pero así lo recuerdo- el peregrino intento por parte de las recién nacidas cadenas de televisión privadas de colar anuncios convencionales en el medio de cada parte de un partido de fútbol. Salió mal porque nunca atinaban con el momento, porque en el fútbol nunca es el momento. El gol, la jugada decisiva, como el esposo en la parábola evangélica de las diez doncellas, aparece de la nada, cuando la mitad está pendiente y la otra mitad anda a sus cosas. Un momento cualquiera, intrascendente, puede ser el inicio de algo, a priori no se sabe. Eso es lo grande del fútbol y tal vez no lo supieran. Una pugna insignificante, alejada de las porterías, entre un central y un delantero tanque, no promete. Es la pelea del día a día, la rutina, la jornada laboral, llevar a los niños al colegio… todo eso que se hace con el piloto automático, el gesto que has repetido y que no te das cuenta de que es el mismo, siempre el mismo, uno y otro día. El realizador cortaba, mandaba a publicidad y a la vuelta de los yogures con bífidus, colonias milagrosas, coches que te sacaban de la mediocridad, habían marcado un gol o pitado un penalti. Y te cagabas en su árbol genealógico.

miércoles, 21 de abril de 2021

GUAPO, BONITO

No tenía intención de que mis letras saltasen Guadarrama en uno u otro sentido. Palabra. Si de normal no se acude como fuente a las elecciones aragonesas, asturianas o extremeñas, ¿por qué sí a las madrileñas? La razón de que sea la capital no me vale, es un apriorismo, la excusa, no la causa. Capitales hay por el mundo que no acaparan. Sí pretendía estar atento a lo que iba aconteciendo, pero era una cuestión de interés personal, al igual que sigo lo que ocurre en las elecciones de los sitios indicados o me mantengo al tanto de la Segunda B, entendiendo que mi pedrada particular no debería ser la materia con que se conformen estos renglones. Hasta que ocurre algo que trasciende a las propias elecciones, al lugar en el que se produce.

lunes, 12 de abril de 2021

QUE NO SEPA A FINAL

Ni por lo más remoto imaginé, aquella noche del verano de la Peñaranda de finales de los ochenta en que Ana me la regaló, que la cinta seguiría conmigo más de treinta años después. Y eso que en aquel entonces no sospechaba que pasado un tiempo no haría falta ni soporte físico para almacenar música. En aquella cinta se amontonaban un puñado de canciones grabadas a pelo en un bar de Salamanca, ciudad donde ella estudiaba medicina. El autor era un tal Manuel Díaz Luis. Una voz y una pluma demasiado interesantes pero que, al poco, se apagaron por culpa de un cáncer traidor, valga la redundancia.

Otros veranos pasaron: dejé de ir de forma continua a mi pueblo, de disfrutar de las noches de Peñaranda. Como consecuencia, aquellas conversaciones nocturnas con Ana, que terminaban solapándose con el alba, se fueron distanciando, hasta que dejaron de ser, hasta que nos perdimos la pista. También perdí la pista de la cinta. La dejé, pero no recordaba a quién.

miércoles, 7 de abril de 2021

MEDITACIONES DE ALDEA

Poco le costó a Julio conquistar Rasueros. Tan es así que, tiempo después, a su entierro en la lejana Asturias acudió una buena comitiva. Y eso que, cuando llegó con la etiqueta de ‘el nuevo cura’, su apariencia provecta pudo dar lugar a odiosas asociaciones. Tras experiencias efímeras o sacerdocios inconclusos de jóvenes, aterrizaba uno de la generación del don Rufino de antaño al que tan indigesto le resultó el Concilio. Nada tardó, ya digo, en demostrar que era de otra pasta: su tono suave, su sonrisa permanente y su afán comprensivo cautivaron a la feligresía aunque solo fuera por oposición a la bronca permanente y el gesto tosco del anterior referido. El “qué bien habla” se expandía con orgullo desde la salida de misa. Cuando me llegaba el eco, preguntaba, con la malicia y el punto de soberbia del descreído juvenil, que qué había dicho. “Ay, hijo, no sé, pero qué bien lo dice”. Se puede pensar que si el auditorio no era capaz de hacer un resumen, sus enseñanzas valdrían de poco. Pero no. Su verbo macerado, sus reflexiones profundas, calaban. Tal vez porque la coherencia gestual permitía que se comprendiera su palabra sin entenderla. 

martes, 6 de abril de 2021

ES EL HUEVO

Es ese justo el instante en que la gallina está cayendo al pozo. Era una de las pocas cosas que mis abuelos le habían regalado a su hija cuando se casó. Días después, mi madre, al notar la ausencia, se apoyó en el brocal y la encontró ahogada en el fondo. Se echó a llorar. Una generación más tarde, se lo contaba a la que iba a ser su nuera. Esta, sin el estigma del hambre, llegó a su propia conclusión. ‘No sabía yo que se pudiera querer tanto a una gallina’. Ahora, en vez de lágrimas, hubo risa. ‘Que voy a querer yo a una gallina… era un huevo menos cada día’. Por suerte, vinieron tiempos mejores y no hubo que lamentar.

Efectivamente, ese balón se ahogó en el pozo. Bien podía valer para completar la cena diaria, pero la caída lo desbarató. Para llegar ahí, hubo mucha tela que cortar. Se estuvo a punto porque, con todo en contra, los blanquivioletas desmintieron los catastrofismos. Y no llegó en mejor disposición a ese postrer minuto por culpa de un mal árbitro, uno de esos que se deja arrastrar por la cobardía. Eso se palpa en los pequeños detalles, se intuye porque hace aspavientos al toro a medio metro de la barrera, en la primera parte, donde aún no hay riesgo. Después, obligado a salir a los medios, el miedo le atenazó desequilibrando la balanza. Como el que amenaza pelea con un ‘agárrame que le mato’, decidía apocado con mirada de ‘echao pa’lante’. El penalti, al límite; la expulsión no hay por dónde cogerla. Ni se acercó para cotejar. Valiente es poner en riesgo tu decisión y, de haberlo, asumir el error.

Por esta gallina en el pozo, en vez de llanto, hubo rabia. Pero el aficionado del Pucela se calienta diez minutos, que es como echar los dioses en el bar, y luego calla y rumia. A malas, se acordará siempre, pero el ruido se desvanece enseguida. Castellanismo.