Isa subía azarada las escaleras de su casa nueva. Tenía
prisa por llegar. En su boca se le apelotonaban unas palabras que tenían prisa
por salir. Llamó al timbre. Ni esperó a que su madre terminase de abrir la
puerta.
-Mamá, no sabes lo que me ha pasado.
-Claro, hija, si no me lo dices, ¿cómo lo puedo saber?
-Verás. He parado en los columpios de abajo y solo había una
niña china. ‘La’ he hablado muy despacio porque no sabía si ella sabía el
castellano y me ha preguntado que si me pasaba algo en la boca, que hablaba
raro.
-Es para que me entiendas.
-Si yo te entiendo. Soy de
Valladolid.
-Pues yo pensaba que eras china.
-Pues no.
No acababa el torrente de la niña.
-Nos hemos reído mucho. Pero espera… que lo mejor fue después.
Cuando ya me venía ‘la’ he dicho que si jugaba más veces en esos columpios y me
dijo que sí.