En nuestro cerebro se va instalando, de la misma manera que un programa
informático en un disco duro, una lógica de pensamiento que es capaz de
proporcionar respuestas inmediatas a las preguntas que la realidad nos realiza.
En algunos casos nos sirve para sobrevivir, en otros para interpretar la
complejidad del mundo con media docena de patrones. Pero estas ‘lógicas’ no son
inmutables ni inocentes. Lo primero es una obviedad, lo que ahora vemos como
natural, antaño fue un anatema y viceversa. Lo segundo, a poco que lo pensemos,
también es evidente: dado que a la construcción de esta ‘aplicación’ que bien
se puede llamar ‘sentido común’ contribuyen buena parte de los factores que,
como el aire, nos rodean; quienes tienen capacidad para influir en nuestras
vidas intentarán que sus mensajes nos calen hasta los huesos para que
respondamos de la manera que mejor les conviene.