lunes, 5 de junio de 2023

A LOS HECHOS ME REPITO

Había comenzado este texto con un lacónico «No pudo ser», pero lo borré de inmediato. Esas tres palabras me transmitían falsedad, me generaban desazón, resonaban como una grosera excusa dispuesta a difuminar en el territorio de lo impersonal el discurrir de un curso mayormente desolador, al menos desde su reinicio tras un intempestivo Mundial. Borré «No pudo ser», no tenía sentido cuando, una y otra y otra vez, sí pudo ser. Pudo ser pero no, no fue, «no se logró» y conviene tener en cuenta que a la fatalidad no le corresponde responsabilidad alguna en este desenlace. De nada sirven coartadas victimistas, posean o no sustancia, básicamente porque el objetivo siempre estuvo a mano y se dejó escapar por pura impericia. De nada sirve el subterfugio de lamentar el cúmulo de mala suerte porque se han desaguado puntos por pura medrosía. Perder un punto o dos cuando un partido está a punto de concluir puede ser considerado un infortunio; dos veces, una malaventura... tantas como le ha sucedido al Pucela no se puede amparar en los hados.