Fue Isaac Newton el que, con su Principio de acción y reacción, dotó de marco teórico a aquello que ya se intuía: «Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria». Bien es cierto que el genio ciñó este postulado al campo de la física, donde además, acción y reacción se producen a la par. Podría haber extendido, sin riesgo a equivocarse, este principio a cualquier otro ámbito y seguiría siendo igualmente válido. Casi nada sucede por que sí, lo que ocurre viene precedido de otros hechos que propiciaron el que se produjese. Dirigir cualquier operación obliga, por tanto, a conocer las previsibles consecuencias de las decisiones que se tomen, a no dar un paso sin tener claro cuáles pueden ser los siguientes. Solo los ingenuos pueden ponerse a diseñar planes sin tener presente la reacción de los que se les oponen; solo ellos se escandalizan cuando dicha reacción entorpece o anula el desarrollo de lo que habían diseñado. Bueno, los ingenuos y los que son tan torpes como para creer que sus planes son tan, pero tan maravillosos que nadie se opondrá a ellos, que la ‘ciudadanía’ caerá rendida a sus pies mientras canta aleluyas.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.