domingo, 16 de octubre de 2011

Kitty Manucho



Su padre nunca estuvo, su madre respondía con un frío y escueto 'murió' cuando le preguntaba por él. Al poco su madre dejó de estar, un coche se la llevó por delante. Sin raíces, Marco Stanley Fogg deambulaba por la vida 'tutelado' por su tío Víctor, un ser tan perdido como él, clarinetista de tercera, aspirante a músico célebre, un hombre que intentó, con tan buena voluntad como escasa capacidad, cubrir el hueco afectivo que se había abierto en la vida de Marco. El propio nombre del protagonista incide en ese exilio interior al evocar a tres personajes en constante peregrinaje: Marco, por el navegante veneciano; Stanley, por el explorador y periodista de origen británico, y Fogg, un contracción del apellido original de sus antepasados a la que se llega por la desidia de un funcionario de aduanas, apellido idéntico al del protagonista de la novela de Verne 'La vuelta al mundo en ochenta días'.
En solo ocho, el Real Valladolid ha dado la vuelta a España por activa, de norte a sur, pasiva, de sur a norte, y perifrástica, pero ni ha comerciado con especias, ni ha encontrado a su doctor Livingstone. Ha vuelto a casa enrojecido, además de eliminado de la Copa y sin terminar de saber quién es en la liga. A veces ofrece momentos esperanzadores, como el M. S. Fogg adolescente. Otras parece que ha tomado la decisión de abandonarse a sí mismo esperando una muerte por inanición como cuando se acaban sus recursos económicos y ya no tiene a su lado a Víctor. Pero, de repente, cuando todo parece indefectiblemente perdido, aparece en el último instante Kitty Wu, rearma al protagonista que, en sus brazos, encuentra la fuerza suficiente para seguir deambulando.