Pero en esas estamos y eso es lo que se ve en la fotografía, hemos
restringido el valor de la democracia a una sucesión de páramos de pasividad de
cuatro años de extensión. Y, entre uno y otro, el ejercicio de un voto como
único elemento activo. Mientras, desde la calle, se habla con desdén de todo lo
que huela, siquiera tangencialmente, a política. Hasta el punto de haber
convertido a este sustantivo en un adjetivo de carácter peyorativo. Cualquier
nombre al que se le califica de político ya está insultado.
En vez de implicarnos en el devenir de los acontecimientos,
encargamos a unas personas una labor con el objeto de que en el entretanto no
nos molesten, una especie de subcontrata de gestión municipal, autonómica o
estatal. Ese desapego rearma el poder de unos pocos hasta el punto de haber
llegado a un estado de oligocracias alternativas entre dos grupos de poder que
se instalan en el centro de operaciones de las dos grandes fuerzas políticas
que se reparten el tiempo en el mando de las operaciones. Dos máquinas
diseñadas para ganar elecciones. Cuando alguien de estas dos corporaciones,
PSOE y PP, gimotea cual plañidera en medio de discursos en los que suplican que
se ha de revestir a la política de dignidad, está mintiendo. Porque pretenden
que las cosas sigan igual, que el paisaje de la foto se congele. Mientras haya
ese desapego de la sociedad hacia la política les dejaremos hacer, recibirán
insultos pero nos habrán robado lo nuestro, les llamaremos perros, pero les
tiraremos pan.
No hay mejor ejemplo que dos citas, una se le atribuye al dictador
Franco, quien ante una petición de consejo respondió: “Haz como yo, no te metas
en política”. La otra corresponde a uno que fue ministro con el anterior,
Manuel Fraga, quien no tuvo reparo en afirmar que “la política es tan fea que
hasta las suegras se llaman así”. Pero ninguno se apeó del burro hasta el
final. O sea, ellos a mandar y los demás a callar que esto es feo y
desagradable. Enmendar todo lo relacionado con lo público no es, por tanto, un
error, sino un ejercicio premeditado para que el común de los mortales huyamos
y les demos barra libre para que hagan y deshagan a su antojo.
La segunda causa de este desafecto es la perversa dinámica de la
política como espectáculo. Es un modelo
cultural semejante al que emana de estos programas de televisión en el que los
famosos lo son porque salen en televisión. Y cuanto más salen, más famosos son.
La televisión da poder a quien sale en ella y en el mundo de los que gobiernan
se ha creado una dinámica parecida. Cada grupo es conocido y juzgado por sus
“eslóganes” más que por la labor política que desarrollan, las cámaras están
más pendientes de lo inmediato, del chascarrillo, de lo chocante, que del
contenido. Nadie sabría decir cuáles son las diferencias sustanciales entre la
propuesta de Esperanza Aguirre y la de Mariano Rajoy después de haber
monopolizado el tiempo que se ha dedicado a la información de estos asuntos.
Millones de palabras para debatir sobre la nada que les diferencia. Todos hemos visto a Carme Chacón desfilando
ante contingentes de soldados y sólo hemos leído análisis (algunos con una
absoluta falta de respeto que define a sus autores) sobre un debate que, a estas alturas, ya parecía superado: la igualdad entre
hombres y mujeres . Pero ni un renglón sobre la política de defensa que la
ministra planea ejecutar. Y así hasta el infinito, los platós convertidos en
escenarios políticos y los espacios “constitucionalmente establecidos” para el
debate democrático, los partidos políticos, vacíos de contenido.
La política es tan fea que la quieren exclusivamente para ellos y
a nosotros nos quieren alejados. Eso
vemos en la foto de hoy, podemos colocarnos de otra manera para próximos
retratos.
Publicado en "Delicias al día" en 2008