lunes, 4 de mayo de 2015

CORRER SIN YUNQUE

Un hombre corría a buen ritmo por medio de la sabana cargando con un yunque que malamente podía sostener con las dos manos. Había comenzado la travesía tiempo atrás con paso ligero; pero, pasado un tiempo, notó que las piernas le flaqueaban, sintió cómo los brazos se le entumecían y cómo el oxígeno ya no fluía. Decidió sentarse un ratito para recuperar el aliento, eso sí, en ningún momento soltó el yunque tal que le fuese la vida en ello. Acertó en ese momento a pasar por allí otro caminante que se percató de la situación de nuestro protagonista y se acercó para interesarse por su estado. Al comprobar que el mal de aquel hombre no era más que el padecimiento propio del cansancio, respiró aliviado, se sentó a su lado y ambos entablaron una distendida conversación. Al poco, el recién llegado se percató de la presencia del yunque y, sorprendido, como no podía ser de otra manera, le preguntó cuál era el motivo de transportar tan pesada carga.