Tras innumerables visitas a su pasado, a su propia
niñez, Ana María Matute ha regresado al momento anterior, al abismo de la nada.
Queda lo que de ella queda, pero ella ya no. Permanece lo que escribió de sus viajes
“la infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo,
poético”, un mundo, el de la inocencia, que nunca se pierde completamente.
Seguirá vivo el vehículo en el que emprendía estos viajes “La palabra es la
alarma de los humanos para aproximarse unos a otros. La palabra es lo más bello
que se ha creado. La palabra es lo que nos salva”. La que nos salva, dice Ana
María, la que nos puede destruir, añadiría yo. La palabra es esencialmente lo
humano y por tanto en ella cabe el amor y el odio, la vida y la muerte, con
ella se puede caminar desde lo heroico a lo mezquino. Desde la perspectiva de
la escritora, un ser humano mirado individualmente está sometido a unos cambios
necesarios aunque nunca se levante del todo de su asiento infantil. Pero, a la
vez, visto en su globalidad, el ser
humano queda empequeñecido por una
evidencia: la incapacidad para evolucionar. Ha evolucionado la tecnología, escribió
Matute, pero el hombre sigue llorando como en la Edad Media, sigue odiando,
sufriendo y muriendo de amor como Aranmanoth. Han cambiado las formas externas.
Blog sin más pretensión que la de poner un poco de orden en mi cabeza. Irán apareciendo los artículos que vaya publicando en diversos medios de comunicación y algunas reflexiones tomadas a vuelapluma. Aprovecharé para recopilar artículos publicados tiempo atrás.
miércoles, 25 de junio de 2014
lunes, 23 de junio de 2014
TIEMPO DE SUEÑO
jueves, 19 de junio de 2014
LA METÁFORA DE LA METÁFORA
La profesora de inglés había decidido que el libro sobre el que
trabajaríamos ese curso fuese ‘The grapes of wrath’. Un libro del que nunca
antes habíamos tenido noticias, escrito por un autor estadounidense apellidado Steinbeck.
Tenía ya veintitantos cuando volví a leer, ahora en castellano, ‘Las uvas de la
ira’, la historia de un desahucio, un engaño, un sueño y una frustración, la
historia de tantas personas, en tantos lugares del mundo, en todas las épocas
de la Historia. Muy al principio del libro podemos leer cómo le comunican a uno
de los protagonistas -Muley
Graves- que
debe abandonar su casa y la respuesta de este al hombre que llevaba la orden de
embargo: “Os tenéis que ir, yo no tengo la culpa. ¿Y de quién es la culpa?, le
pregunté yo. Porque al culpable le abro la cabeza. Es la Compañía de tierras y
ganados de Shawnee. Yo sólo cumplo órdenes, y ¿quién es esa compañía? No es
nadie, es una compañía. Para volverle a uno loco. No había nadie a por quien
pudieras ir. Mucha gente sencillamente se cansó de buscar a alguien a quien
echar la culpa y con quien descargar su furia. Pero yo no. Yo no me harto de
estar enfadado y no pienso marchar”. Bien escribe Steinbeck, “para volverle a
uno loco”. No hay culpables, nunca los hay, las compañías, las grandes
empresas, son monstruos multiformes, engendros con mil cabezas con potestad
para decidir sobre nuestras vidas. Los que dan la cara solo cumplen órdenes,
las personas de a pie no saben de qué manera defenderse, porque el ataque se
presenta como si fuera tan inexorable como las leyes de la física, una especie
de ley de la gravedad. Es el sistema.
miércoles, 18 de junio de 2014
SOLAMENTE DOS PUNTOS CARDINALES
Somos así de exagerados; el doce de octubre de 1492
Cristóbal Colón pone un pie en un punto inconcreto de las Bahamas y para mentar
el hecho decimos, así, de carrerilla, que descubrió América. Vamos, como
ordeñar una cabra en el islote de Perejil y que tus descendientes cuenten que
un antepasado suyo ya conocía África. Colón dejó, eso sí, la puerta abierta y a
través de ella fueron entrando barcos y más barcos, gentes y más gentes, que
dominaron todo el territorio y a quienes allí vivían. Pero América no era una
habitación que se ve de golpe cuando uno asoma la cabeza, no. De hecho, cuando
los españoles, ya en la América continental, fueron avanzando se encontraron
con los Andes, una pared que no dejaba ver lo que había detrás. Hernando de
Magallanes tuvo el impulso cotilla y se dijo: “Si no puedo atravesar la pared,
la rodeo yendo hacia el sur, pero no me quedo sin saber lo que hay detrás”. Se
montó en una nao que en un exceso de optimismo fue bautizada como Victoria y,
navega, navegando, allá por 1520, supo que existía un territorio al que los
lugareños llamaban algo así como Chile. Pero Magallanes había cogido el gusto
por el mar y siguió su periplo. Tres lustros más tarde, ya sabiendo que tras la
pared había un valle, los españoles intentaron apoderarse de él. Esta vez se
dejaron de barcos y entraron por el norte. El primero que lo intentó fue Diego
de Almagro, pero la cosa no le fue muy bien. Al poco, Pedro de Valdivia se puso
manos a la obra con el tacto habitual y comenzó una guerra, la de Arauco, que
terminó tres siglos más tarde. Alonso de Ercilla escribió ‘La araucana’ un
poema épico en el que quiso relatar las vicisitudes de la guerra pero, claro,
no hay poeta que trescientos años aguante, y aunque publicó tres partes, le
faltó tiempo. Desde entonces sabemos que Chile: “La gente
que produce es tan granada,/ tan soberbia, gallarda y belicosa,/ que no ha sido
por rey jamás regida/ ni a extranjero dominio sometida”. Haría bien Vicente del
Bosque en tomar nota porque pareciera que Alonso de Ercilla hubiera escrito
estos versos tras ver algún partido a la actual selección chilena. Puede que no
tenga los mejores jugadores, ni los más vistosos, pero ninguno de ellos
traiciona sus convicciones, ni desiste en el empeño. Valdivia minusvaloró la
capacidad de aquellos pueblos, pensó que le ofrecerían menos batalla que los
incas, y perdió la vida.
viernes, 13 de junio de 2014
SAN NICOLÁS O EL HOMBRE DEL SACO
Quizá no lo
recordemos, pero a última hora del día aquel en que descubrimos que los reyes
eran los padres, nos sentimos estupendamente. Antes, un rato antes, pudimos
haber gimoteado un poco pensando que, una vez descubierto el truco, nos
quedaríamos sin los regalos. Sin embargo, pasada la llantina inicial nos
rehicimos, respiramos profundamente tres o cuatro veces, elevamos el pecho y
miramos por encima del hombro a todos esos pobres niños que todavía eran niños,
que aún se dejaban engañar con ese pueril embuste sin sentido. Nosotros ya caminábamos
en otra dimensión, éramos otra cosa, conocíamos la verdad, compartíamos el
secreto y formábamos parte de los conjurados en su custodia: éramos, por fin,
mayores.
Hasta hace cuatro
años las selecciones española y holandesa creían en los reyes magos. Bueno, lo
suyo era peor, allí, en vez de creer algo tan lógico como que tres abueletes viajasen
a lomos de un camello desde las ignotas tierras de oriente hasta sus casas,
piensan que es San Nicolás, que ni es mago ni nada, el que viaja a sus casas
para llenar de regalos sus zapatos. Un santo, pobres incautos, que para más
inri viaja en barco desde su residencia habitual en España. Algo inconcebible,
porque aquí santos viven pocos y el milagro es llegar a fin de mes. Vieron a un
anciano afable sobre la cubierta de un barco y han montado la leyenda, pero el
abuelo no era San Nicolás, sino Chanquete.
jueves, 12 de junio de 2014
EL RÍO DE TODOS
El río Lempa
acaricia casi en su totalidad el territorio salvadoreño hasta besar al océano
Pacífico. El gran delta que se forma en la desembocadura es un festival de agua
que se va repartiendo en brazos que rodean una tierra firme en la que habitan
varias comunidades de indígenas. Hace cinco años estuve en una de esas islas. Para
llegar tuve que montar en una barca de madera impulsada por un motorcillo. Conmigo
viajaban un par de decenas de mujeres de estas comunidades que volvían de
vender un pescado que es la base de su economía. Obviamente, en ese lugar, el
exótico era yo y me preguntaron que de dónde era. Al responder que de España,
tras unas risas que, todo hay que decirlo, no llegué a comprender en ese
momento, una de ellas me dijo algo como que era la presidenta de la peña
femenina del Barça y señalando a otra con un fingido desdén, añadió que aquella
era la presidenta de la del Madrid. Una
vez puesto el pie en tierra, lo primero que vi en medio del manglar, fue a un
grupo de niños y niñas dando patadas a un balón. Y es que el fútbol, este reino
de la lealtad humana ejercida al aire libre en palabras del filósofo italiano
Antonio Gramsci, ha llegado por sí solo a cada rincón del planeta, lo ha hecho
enamorando a los más y no dejando indiferente a casi nadie.
jueves, 5 de junio de 2014
EL REY PEÓN
De la misma manera
que un vidente no es un señor con dos dientes aunque vaya mostrando los
paletos, el bipartidismo no es una alternancia entre dos partidos aunque dos
partidos sean los dientes visibles. El bipartidismo, como el gótico, el barroco
o el neoclásico, es un estilo de arquitectura, una manera de entender el diseño
y el desarrollo en la construcción de los edificios: las plantas más altas tienen
una fachada amable y unos muros gruesos que garantizan su uso a los que allí
viven mientras la casa se sostenga. La parte de abajo es un conglomerado de
estancias y pasillos que forman un laberinto en el que sus habitantes no
terminan de saber donde están. De esta forma, en cada conversación, estos permanecen
entretenidos sintiéndose libres para debatir de lo que quieran, e incluso
pueden fantasear con que ese corredor conduce a la parte alta de la estancia, y
se les permite mientras no caigan en la tentación de querer jugar con las cosas
de comer. No por nada personal, como dijera Michael Corleone, son solo
negocios.
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