miércoles, 25 de junio de 2014

LA PALABRA: DE LA QUIJADA A LA BOMBA

Tras innumerables visitas a su pasado, a su propia niñez, Ana María Matute ha regresado al momento anterior, al abismo de la nada. Queda lo que de ella queda, pero ella ya no. Permanece lo que escribió de sus viajes “la infancia no es una etapa de la vida: es un mundo completo, autónomo, poético”, un mundo, el de la inocencia, que nunca se pierde completamente. Seguirá vivo el vehículo en el que emprendía estos viajes “La palabra es la alarma de los humanos para aproximarse unos a otros. La palabra es lo más bello que se ha creado. La palabra es lo que nos salva”. La que nos salva, dice Ana María, la que nos puede destruir, añadiría yo. La palabra es esencialmente lo humano y por tanto en ella cabe el amor y el odio, la vida y la muerte, con ella se puede caminar desde lo heroico a lo mezquino. Desde la perspectiva de la escritora, un ser humano mirado individualmente está sometido a unos cambios necesarios aunque nunca se levante del todo de su asiento infantil. Pero, a la vez,  visto en su globalidad, el ser humano queda empequeñecido por una evidencia: la incapacidad para evolucionar. Ha evolucionado la tecnología, escribió Matute, pero el hombre sigue llorando como en la Edad Media, sigue odiando, sufriendo y muriendo de amor como Aranmanoth. Han cambiado las formas externas.

lunes, 23 de junio de 2014

TIEMPO DE SUEÑO

Cuando las cosas están por salir mal, salen mal. Viene a ser como ir caminando borracho por una dehesa y que de repente veas dos toros frente a ti. Sientes una temblequera en las piernas que no sabes si atribuírsela al alcohol, al miedo o culpar a ambos, miras hacia todos los lados y en algún punto encuentras dos árboles salvadores. Sales corriendo hacia ellos, intentas subirte a uno de los árboles y eliges el que no es y te empitona el toro que sí es. No sé si borrachos o no, pero ese efecto de ver doble va siendo de uso común: miramos a un lado y vemos dos Reyes, miramos al otro y aparecen dos Papas. ¿Cómo saber a cuál subirnos y quién nos puede empitonar? Pues esta dualidad no sería problema para los aborígenes australianos, para ellos el tiempo siempre es doble. Existe un tiempo que es el que vemos pasar, en el que se enmarcan nuestras actividades, ese mismo tiempo que Armando Manzanero pretendía inútilmente detener ordenando al reloj que no marcase las horas. Pero para los originarios habitantes de esa gran isla, existe otro tiempo de carácter espiritual, un ‘tiempo de sueño’ en el que se forjan los valores compartidos y los elementos simbólicos de sus sociedades. Un tiempo de sueño del que, futbolísticamente, la selección española se acaba de despertar de sopetón. Claro, es que no hay manera de seguir durmiendo si recibes dos bofetadas, una por mejilla. Los australianos, por el contrario, no se pueden despertar porque no se han acostado, el balón esférico no les quita el sueño ni se lo produce. O sea, que estamos ante un partido que más bien se parece al encuentro a las siete de la mañana en medio de cualquier calle entre un grupo de chavales y otro de monjas. Los primeros vuelven a casa tras una larga noche, las segundas, recién levantadas, acuden al rosario de la aurora. Coinciden en el mismo lugar y al mismo tiempo, pero es pura casualidad.


jueves, 19 de junio de 2014

LA METÁFORA DE LA METÁFORA

La profesora de inglés había decidido que el libro sobre el que trabajaríamos ese curso fuese ‘The grapes of wrath’. Un libro del que nunca antes habíamos tenido noticias, escrito por un autor estadounidense apellidado Steinbeck. Tenía ya veintitantos cuando volví a leer, ahora en castellano, ‘Las uvas de la ira’, la historia de un desahucio, un engaño, un sueño y una frustración, la historia de tantas personas, en tantos lugares del mundo, en todas las épocas de la Historia. Muy al principio del libro podemos leer cómo le comunican a uno de los protagonistas -Muley Graves- que debe abandonar su casa y la respuesta de este al hombre que llevaba la orden de embargo: “Os tenéis que ir, yo no tengo la culpa. ¿Y de quién es la culpa?, le pregunté yo. Porque al culpable le abro la cabeza. Es la Compañía de tierras y ganados de Shawnee. Yo sólo cumplo órdenes, y ¿quién es esa compañía? No es nadie, es una compañía. Para volverle a uno loco. No había nadie a por quien pudieras ir. Mucha gente sencillamente se cansó de buscar a alguien a quien echar la culpa y con quien descargar su furia. Pero yo no. Yo no me harto de estar enfadado y no pienso marchar”. Bien escribe Steinbeck, “para volverle a uno loco”. No hay culpables, nunca los hay, las compañías, las grandes empresas, son monstruos multiformes, engendros con mil cabezas con potestad para decidir sobre nuestras vidas. Los que dan la cara solo cumplen órdenes, las personas de a pie no saben de qué manera defenderse, porque el ataque se presenta como si fuera tan inexorable como las leyes de la física, una especie de ley de la gravedad. Es el sistema.

miércoles, 18 de junio de 2014

SOLAMENTE DOS PUNTOS CARDINALES

Somos así de exagerados; el doce de octubre de 1492 Cristóbal Colón pone un pie en un punto inconcreto de las Bahamas y para mentar el hecho decimos, así, de carrerilla, que descubrió América. Vamos, como ordeñar una cabra en el islote de Perejil y que tus descendientes cuenten que un antepasado suyo ya conocía África. Colón dejó, eso sí, la puerta abierta y a través de ella fueron entrando barcos y más barcos, gentes y más gentes, que dominaron todo el territorio y a quienes allí vivían. Pero América no era una habitación que se ve de golpe cuando uno asoma la cabeza, no. De hecho, cuando los españoles, ya en la América continental, fueron avanzando se encontraron con los Andes, una pared que no dejaba ver lo que había detrás. Hernando de Magallanes tuvo el impulso cotilla y se dijo: “Si no puedo atravesar la pared, la rodeo yendo hacia el sur, pero no me quedo sin saber lo que hay detrás”. Se montó en una nao que en un exceso de optimismo fue bautizada como Victoria y, navega, navegando, allá por 1520, supo que existía un territorio al que los lugareños llamaban algo así como Chile. Pero Magallanes había cogido el gusto por el mar y siguió su periplo. Tres lustros más tarde, ya sabiendo que tras la pared había un valle, los españoles intentaron apoderarse de él. Esta vez se dejaron de barcos y entraron por el norte. El primero que lo intentó fue Diego de Almagro, pero la cosa no le fue muy bien. Al poco, Pedro de Valdivia se puso manos a la obra con el tacto habitual y comenzó una guerra, la de Arauco, que terminó tres siglos más tarde. Alonso de Ercilla escribió ‘La araucana’ un poema épico en el que quiso relatar las vicisitudes de la guerra pero, claro, no hay poeta que trescientos años aguante, y aunque publicó tres partes, le faltó tiempo. Desde entonces sabemos que Chile: “La gente que produce es tan granada,/ tan soberbia, gallarda y belicosa,/ que no ha sido por rey jamás regida/ ni a extranjero dominio sometida”. Haría bien Vicente del Bosque en tomar nota porque pareciera que Alonso de Ercilla hubiera escrito estos versos tras ver algún partido a la actual selección chilena. Puede que no tenga los mejores jugadores, ni los más vistosos, pero ninguno de ellos traiciona sus convicciones, ni desiste en el empeño. Valdivia minusvaloró la capacidad de aquellos pueblos, pensó que le ofrecerían menos batalla que los incas, y perdió la vida.

viernes, 13 de junio de 2014

SAN NICOLÁS O EL HOMBRE DEL SACO

Quizá no lo recordemos, pero a última hora del día aquel en que descubrimos que los reyes eran los padres, nos sentimos estupendamente. Antes, un rato antes, pudimos haber gimoteado un poco pensando que, una vez descubierto el truco, nos quedaríamos sin los regalos. Sin embargo, pasada la llantina inicial nos rehicimos, respiramos profundamente tres o cuatro veces, elevamos el pecho y miramos por encima del hombro a todos esos pobres niños que todavía eran niños, que aún se dejaban engañar con ese pueril embuste sin sentido. Nosotros ya caminábamos en otra dimensión, éramos otra cosa, conocíamos la verdad, compartíamos el secreto y formábamos parte de los conjurados en su custodia: éramos, por fin, mayores.

Hasta hace cuatro años las selecciones española y holandesa creían en los reyes magos. Bueno, lo suyo era peor, allí, en vez de creer algo tan lógico como que tres abueletes viajasen a lomos de un camello desde las ignotas tierras de oriente hasta sus casas, piensan que es San Nicolás, que ni es mago ni nada, el que viaja a sus casas para llenar de regalos sus zapatos. Un santo, pobres incautos, que para más inri viaja en barco desde su residencia habitual en España. Algo inconcebible, porque aquí santos viven pocos y el milagro es llegar a fin de mes. Vieron a un anciano afable sobre la cubierta de un barco y han montado la leyenda, pero el abuelo no era San Nicolás, sino Chanquete.

jueves, 12 de junio de 2014

EL RÍO DE TODOS

El río Lempa acaricia casi en su totalidad el territorio salvadoreño hasta besar al océano Pacífico. El gran delta que se forma en la desembocadura es un festival de agua que se va repartiendo en brazos que rodean una tierra firme en la que habitan varias comunidades de indígenas. Hace cinco años estuve en una de esas islas. Para llegar tuve que montar en una barca de madera impulsada por un motorcillo. Conmigo viajaban un par de decenas de mujeres de estas comunidades que volvían de vender un pescado que es la base de su economía. Obviamente, en ese lugar, el exótico era yo y me preguntaron que de dónde era. Al responder que de España, tras unas risas que, todo hay que decirlo, no llegué a comprender en ese momento, una de ellas me dijo algo como que era la presidenta de la peña femenina del Barça y señalando a otra con un fingido desdén, añadió que aquella era la presidenta de la del Madrid.  Una vez puesto el pie en tierra, lo primero que vi en medio del manglar, fue a un grupo de niños y niñas dando patadas a un balón. Y es que el fútbol, este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre en palabras del filósofo italiano Antonio Gramsci, ha llegado por sí solo a cada rincón del planeta, lo ha hecho enamorando a los más y no dejando indiferente a casi nadie. 

jueves, 5 de junio de 2014

EL REY PEÓN

De la misma manera que un vidente no es un señor con dos dientes aunque vaya mostrando los paletos, el bipartidismo no es una alternancia entre dos partidos aunque dos partidos sean los dientes visibles. El bipartidismo, como el gótico, el barroco o el neoclásico, es un estilo de arquitectura, una manera de entender el diseño y el desarrollo en la construcción de los edificios: las plantas más altas tienen una fachada amable y unos muros gruesos que garantizan su uso a los que allí viven mientras la casa se sostenga. La parte de abajo es un conglomerado de estancias y pasillos que forman un laberinto en el que sus habitantes no terminan de saber donde están. De esta forma, en cada conversación, estos permanecen entretenidos sintiéndose libres para debatir de lo que quieran, e incluso pueden fantasear con que ese corredor conduce a la parte alta de la estancia, y se les permite mientras no caigan en la tentación de querer jugar con las cosas de comer. No por nada personal, como dijera Michael Corleone, son solo negocios.