domingo, 12 de julio de 2020

CORAZÓN PARA MUCHO MÁS

Foto "El Norte de Castilla"
Cada año me gusta menos este partido. Me chirría el enfrentamiento entre mi pasión y una realidad que me ha ido invadiendo cada poro. Por un lado, soy del Barça desde que tengo consciencia de mí. Recuerdo, por ejemplo, el día que se jugaba la final del Mundial de Argentina, Don Rufino, el cura de mi Rasueros, me preguntó que quién quería que ganase aquel partido. Holanda, dije sin pensar y con la certeza de que era una pregunta inocua, sin trampa ni cartón. No había terminado de decirlo y ya había dibujados cinco dedos en mi cara. Mientras yo trataba de rehacerme sin entender nada, levantó la voz y me explicó la bofetada. En resumen, que un niño católico y español no debía querer que unos protestantes que renegaron de España y la guerrearon se impusieran, aun en un simple partido de fútbol, a un país hermano en la fe, la lengua y la historia. Yo traté de justificarme, “es que juega Neeskens y es del Barça”.