lunes, 16 de noviembre de 2015

LA BELLA IGUALDAD


Con frecuencia, para mis paseos en bici, tomo como compañero al Canal de Castilla. A veces solo un tramo corto, cerca de casa, aquí donde vienen de nuevo sus aguas a reencontrarse con el Pisuerga. Otras veces el encuentro se ha prolongado hasta completar sus más de 200 km. Pero siempre, en unos casos y otros, miro embobado pensando en aquellas gentes que a cambio de casi nada sacaron poco más que con sus manos los millones de metros cúbicos de tierra para que las aguas pudieran discurrir plácidamente. El canal es, dicen los libros y atestiguan los carteles, una de las mayores obras de ingeniería hidráulica de su tiempo. Las crónicas honran a quien las paga y las proyecta. Ni una palabra para las manos que lo hicieron posible. La obra supuso un enorme avance técnico, pero sin desigualdad –la enorme necesidad de unos, el enorme poder de otros- no hubiera sido posible.